Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR
Creo en el sistema judicial y en la institución del jurado. No voy a juzgar a Pablo Casellas pues yo no estuve allí en la sala para apreciar la evidencia testifical y documental que se ha presentado por el ministerio público.
Sin embargo, debemos confiar en que el señor Casellas habrá de ser juzgado como dice la Constitución, la ley y los procedimientos. Sus ejecutorias previas y posteriores al asesinato de su esposa lo señalaron como único sospechoso, con exclusión del mismo «negrito» que supuestamente vió saltar la verja el día del crímen.
Casellas ha tenido todos los medios usuales para defenderse. Su entorno lo compone su padre, un juez federal de mucho prestigio y respetado que previamente fue hasta Secretario de Hacienda, una madre y un hermano igualmente de buena reputación y decentes. Su esposa era una exitosa agente de seguros, madre de dos jóvenes, perteneciente también de una familia elitista.
Su realidad social impactó al actual Gobernador de Puerto Rico que cuando se le señaló como sospechoso, expresó que no había que ser tan intenso con él. De hecho, el acusado tenía unos vínculos históricos de primera fila como asociado y funcionario electoral del Partido Popular. Esa buena conexión no parece haberle servido mucho, pues me parece que la Fiscalía y la Policía de Puerto Rico hicieron una excepcional investigación y trabajo.
Cuando fue acusado, se le señaló una fianza extraordinaria. Su padre, con suficientes recursos bienhabidos, la prestó inmediatamente porque le había prometido a su esposa, que de seguro murió de pena con esta situación, que Pablito no pasaría ni un día en la cárcel. Inmediatamente se supo que sus abogados serían de los mejores de Puerto Rico en materia criminal.
A pesar del ambiente perfecto, la opinión generalizada le condena. Posiblemente se vea con recelo que tiene todos los medios para salir bien, aún en el que caso de que verdaderamente haya hecho mal.
Cuando era niño, se hizo famosa una canción de una persona que se llamaba Pablito, como el Casellas. Quiso ir al pueblo y se llevó su pistola a pesar del ruego de su madre de que no la portara. Por no seguir consejos, encontró la muerte, porque siempre hay uno más listo y rápido que el imprudente.
La historia que conocemos de Pablo Casellas es que es una persona inestable emocionalmente. Una vez se perdió en el Yunque y apareció sentado a la vera del camino. Otra vez dijo que le habían hecho un carjacking. Para el caso que tiene ahora, creo que no radicó la defensa de coartada, como que estaba en otro lugar a la hora en que ocurrió el asesinato. Prefirió crear la duda de los testimonios presentados con estrategias de defensa. De seguro, los próximos días, sus abogados tratarán de convencer al jurado de que no están configurados los elementos del delito y de que su representado no es culpable de lo que se imputa.
Hay quien soltó a la prensa una historia de alegadas venganzas de mafiosos por ejecutorias de su padre como juez federal. Si eso fuera cierto, las autoridades federales hubieran intervenido para proteger al hijo, pero la información que tiene el FBI sobre Pablo Casellas lo que hace es atribuírle responsabilidad y hasta imputarle dar información falsa a las autoridades.
Algunas personas piensan que debió haber alegado locura. Pero eso no es un eximente de delito y posiblemente hubiera tenido que aceptar que causó la muerte de la dama. El problema es la manera deliberada en que parece haberse cometido el asesinato, planificándose el mismo.
El jurado tendrá que determinar algo sencillo como si la prueba sostiene que cometió el delito más allá de duda razonable. Pero puede ser complicado interpretar la tecnicidad de la prueba dentro del tradicional ay bendito de los puertorriqueños.
Yo no sé si Pablo Casellas asesinó a su esposa. Tampoco sé si detrás del veredicto del jurado, de encontrarse culpable, el juez fallará revocando al jurado porque el magistrado se reservó esa carta. Lo que importa es que que cada jurado independientemente piense sobre la prueba y los argumentos de los abogados defensores y del ministerio público. Allí no se juzgará a su padre, quien no merece este viacrucis en la última etapa de su vida. Tampoco se le valora su vida de privilegios.
Aquí lo más importante es repasar el tiempo corto en que a una dama indefensa y de buenas costumbres se le tronchó la vida. Pero el efecto de dejar a dos niñas huérfanas y a una familia extendida adolorida por la incertidumbre, no es suficiente para declarar a Casellas culpable. La utilización de los mejores recursos y estrategias legales es una bendición que ha tenido Pablo, a diferencia de la mayor parte de los ciudadanos que enfrentan casos criminales, pero tampoco es un indicador de que cometió delito alguno.
Hay que finalizar el juicio y someterlo al jurado. Pacientemente tendremos que esperar un veredicto de los jurados 9 a 3, 10 a 2, 11 a 1 ó por unanimidad. Si no hay acuerdo dentro de esas mayorías, se celebrará un nuevo juicio. Aun si hubiera una convicción por jurado, recordemos que el juez puede resolver que no había prueba suficiente y revocar al jurado. Igualmente una convicción y condena puede ser apelada por la defensa, pero si sale culpable, tendrá que ser arrestado y encarcelado de inmediato.
Tal vez para el ciudadano común que ve las cosas blanco y negro no haya tonalidades grises y piense que el jurado debe encontrar culpable a Pablito Casellas. Pero la justicia no se hace así en Puerto Rico ni en Estados Unidos. Este es un país democrático y de derechos donde no se distingue por razón social, aunque parezca que sí. Por eso no me aventuro a condenarlo o a observarlo, pero de lo que estoy seguro es que no es una persona inocente.
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