Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Para cada alcalde nuevo que ha llegado a regir nuestra ciudad, el camino no ha sido fácil. Se han creado programas escritos y planes públicos, pero la realidad que encuentran a su paso no ha permitido que lo anticipado pueda cumplirse en su totalidad.
Generalmente los programas políticos son hechos por ideas de muchos. Se buscan temas atractivos para el votante, lógicas o expectativas de los ciudadanos. El costo probable no se calcula ni la posibilidad de conseguir permisos, si los necesitare. Es un conjunto de wishing wills que puede marcar las aspiraciones del pueblo, pero no hay garantías de que su contenido se realice.
Otro de los factores para un nuevo gobernante que le hace cambiar el rumbo prometido es la realidad que encuentra cuando juramenta el segundo lunes de enero. Aun cuando la ley es estricta, se maquillan los informes de los Comités de Transición y entre el deseo de irse pronto del incumbente que perdió o decidió no postularse y la ansiedad del que llega por primera vez, se pierden detalles que luego en el ejercicio diario son descubiertos.
Los próximos cuatro años serán como los vegabajeños quieran. Si quieren cambiar la manera de gobernar del incumbente, que es Marcos Cruz Molina y los legisladores municipales populares y colocar a otros candidatos, lo podrán hacer porque para eso es la democracia representativa. Deben sopesar, como hemos dicho anteriormente, a cualquiera que venga a sustituir, porque puede haber incapacidad, ignorancia y hasta intención de asaltar las arcas municipales. Hay que mirar con lupa a los aspirantes y al actual incumbente.
Deben también valorar y comparar entre los pasados alcaldes que han pasado por Vega Baja, buscando los mejores modelos de administración entre los partidos que nos han regido, porque la compañía de elementos en los partidos cogobiernan nuestra ciudad de alguna u otra manera.
Hay que hacer una selección inteligente en que la emoción se derive de la razón y no que la razón no coincida con la emoción. Cuatro años es una porción de la verdad de todos que vale mucho y no puede ser desperdiciada por una decisión equivocada.