Verde Luz| El sentimiento puertorriqueño como factor para la independencia de Puerto Rico

MIGUEL OJEDA 2014Por Miguel Ojeda Trinidad, Presidente PIP Vega Baja

El indiscutible triunfo de Monica Puig pone en evidencia la fibra más fina de la puertorriqueñidad.

Algunos reclaman ser más puertorriqueños que otros, pero la puertorriqueñidad en realidad nos corresponde a todos. Algunos están confundidos, otros aun no se han convencido, pero eventualmente cada uno hará una introspección y quedará convencido de las ventajas de la independencia de Puerto Rico.

Los independentistas, desde luego, reclamamos ser más genuinos que los demás porque rechazamos el mestizaje político de los populares con los americanos mediante  invenciones de trucos políticos de distintos nombres y épocas que no nos han llevado a nada. La entrega de los estadistas que quieren formar parte de un mundo ya hecho no les da espacio para negociar términos y condiciones para algo tan especial como lo es Puerto Rico.

Integrarse como estado es someterse a lo que ya ellos hicieron y acordado. De Puerto Rico querer ser estado, ya las reglas están hechas y dentro de la federalización mucho de lo que ellos hacen no es compatible con lo que la tradición y nuestras leyes locales nos han acostumbrado.

Uno de los ejemplos básicos es el voto por el Presidente de Estados Unidos. Para elegir nuestros funcionarios, un voto hace mayoría. Pero al Presidente de los Estados Unidos no se elige por mayoría de votos de electores, sino por distritos electorales, que es un concepto de masas y no de respeto a los ciudadanos en su derecho sagrado al voto. Por eso el mito de la superdemocracia americana es en realidad una microdemocracia llena de intereses y cortapisas.

Yo personalmente quiero que mi voto elija o elimine funcionarios directamente, que si un voto falta para romper un empate, que ese sea el mio. Los independentistas como yo no creemos en medias verdades, sino en firmes y completas soluciones para los problemas. La puertorriqueñidad no puede, por lo tanto, ser a medias como la de los populares que comparten el mito de la unión permanente y otros vericuetos que han sido desmentidas una y otra vez. Tampoco es compatible la puertorriqueñidad con el ideal de estadidad, porque son dos naciones distintas e incompatibles.

No podemos mirar la insuficiencia como un valor completo. No es real. Nos alegramos que todos celebremos a Mónica, pero se impone la reflexión si lo vamos a seguir haciendo en el futuro de la misma manera o de forma auténtica.

Somos un pueblo que cree en tener su propia delegación olímpica y en resolver nuestros hediondos propios problemas tapados con perfume barato de colonia extranjera. O esperando el próximo paso condicionado que se nos ofrezca de parte de quien es nuestra esclavista.

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