A las seis de la mañana| Escapad gente tierna, que esta tierra está enferma…

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Por Thomas Jimmy Rosario MartínezLOGO EHV Diario Vegabajeno de Puerto Rico 2

Sumido en el trajín diario, uno está a veces ajeno del efecto acumulado del temor e impotencia que causa la situación social que vivimos. Y del efecto liberador que causa salir de Puerto Rico para huir de una realidad económica dolorosa.

Cuando en 1972 escuché a Joan Manuel Serrat interpretar la dramática canción «Pueblo Blanco» siempre me transportaba a uno de los lugares remotos de España. Era uno de los espacios de la imaginación que no asociaba con Puerto Rico a excepción del lenguaje y a algunas de las imágenes de personas. Me equivoqué. Puerto Rico completo es un pueblo blanco. Anoche me percaté,  cuando mi hijo varón mayor me informó que emigraba con su familia a Texas. Es el tercer dolor que me causa la distancia de no tener hijos cerca y de alejarme del desarrollo de mis nietos. Esto había estado ocurriendo por otras razones, pero ahora no habrá remedio, porque ya no estará residiendo en la colindancia, sino al otro lado del mar.

Evoqué el recuerdo de otros tiempos. También las familias de mis padres fueron emigrantes, de hecho, mi padre, más vegabajeño que muchos que han nacido en nuestra ciudad, nació en Nueva York. Así, en verano o en tiempo navideño ellos venían o nosotros íbamos de visita. Tenía parientes en Nueva York, Virginia, Florida y Utah. Fuera de la isla trabajaban en lo que apareciera, pintura, limpieza, guardaespaldas, costura, minería, correo y hasta en el ejército de Estados Unidos. Con el paso del tiempo, especialmente cuando los mayores morían, perdíamos el rastro de las semillas y hasta el recuerdo.

La última solución es la partida. Pero nadie quiere vivir la vida a medias, en la pobreza y las limitaciones que todos padecemos en esta tierra que está enferma de la élite de políticos corruptos, vanidosos y mentirosos, de los que le roban la niñez a nuestros hijos con actos de maltrato y abuso, de los que venden el veneno que crea a los muertos vivos de los semáforos y los deambulantes de la interminable pedigüeña.Y el gobierno, dirigido por unos incompetentes que solo saben poner tributos, robarse el dinero de las arcas municipales, estatales y hasta las federales y no solucionan problemas.

La realidad es más fuerte que el optimismo de campañas publicitarias y esfuerzos de exhortadores para que la gente se quede. Después que las compañías hipotecarias se hayan apoderado de la propiedad privada, el gobierno irá a buscar dinero con los tributos adeudados acumulados y volveremos al tiempo del latifundio, a ser esclavos de los dueños, a tener por resultado la sumisión para sobrevivir.

Los más sabios, con dolor en su corazón, están actuando con la mente. Están yendo a la tierra prometida, a donde otros muchos de otros lugares dan su vida o su cuerpo para llegar, porque les está vedado. No les es fácil la vida, pero llega el día de la adaptación y hasta de no querer o no poder nunca regresar a la tierra de origen.

Dentro de nuestros infortunios, tenemos  suerte de que nuestra relación política con Estados Unidos nos permite irnos cuando queramos, aun sin planificar. Y dentro de muchas inseguridades, se le da continuidad a la vida.

Mientras no se cierren las fronteras.

Colgado de un barranco
duerme mi pueblo blanco
bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar,
se olvidó de llorar.
Por sus callejas de polvo y piedra
por no pasar, ni pasó la guerra.
Sólo el olvido
camina lento bordeando la cañada
donde no crece una flor
ni trashuma un pastor.

El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres…
Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente.

De la siega a la siembra
se vive en la taberna.
Las comadres murmuran
su historia en el umbral
de sus casas de cal.
Y las muchachas hacen bolillos
buscando, ocultas tras los visillos,
a ese hombre joven
que, noche a noche, forjaron en su mente.
Fuerte para ser su señor.
Tierno para el amor.

Ellas sueñan con él,
y él con irse muy lejos
de su pueblo. Y los viejos
sueñan morirse en paz,
y morir por morir,
quieren morirse al sol.
La boca abierta al calor, como lagartos.
Medio ocultos tras un sombrero de esparto.

Escapad gente tierna,
que esta tierra está enferma,
y no esperes mañana
lo que no se os dio ayer,
que no hay nada que hacer.
Toma tu mula, tu hembra y tu arreo.
Sigue el camino del pueblo hebreo
y busca otra luna.
Tal vez mañana sonría la fortuna.
Y si te toca llorar
es mejor frente al mar.

Si yo pudiera unirme
a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas
dejar mi pueblo atrás,
os juro por lo que fui
que me iría de aquí…
Pero los muertos están en cautiverio
y no nos dejan salir del cementerio.

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