Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
En Dallas, Texas, ha habido un aparente acto de venganza contra varios oficiales de la policía. Esto sucede por la falta de una justicia clara por sucesos anteriores contra personas de pigmentación negra.
La violencia no se justifica, pero la presión social sube hasta explorar la caldera de la tolerancia y produce más violencia. Estados Unidos ha bregado con el problema del racismo bilateral habiendo liberado esclavos negros antes que España y otros países, creando leyes para evitar discrímen racial e instruyendo a sus instituciones fiscalizadoras para que no solo eviten el racismo, sino que no permitan ni la apariencia de racismo.
Lamentablemente, las personas, dentro de su insuficiencia, crean temores, complejos y actitudes contrario al establecimiento legal y desvían su moral personal hacia la intolerancia, racismo y discriminación.
Se dice que en Puerto Rico y en Vega Baja no hay racismo porque todos estamos mezclados. No es cierto. Muchas de nuestras expresiones verbales delatan un estándar de desprecio o menoscabo de la raza negra. Junto al discrímen político, que todavía también existe en nuestro pueblo y obviamente, en todo Puerto Rico, el discrímen por razón social como la pobreza, el díscrímen educativo, creando escuelas especializadas dentro de un sistema público que se supone que sea igual para todos, el discrímen por razón de identidad sexual y el religioso.
La historia nos dice que muchas veces las palabras de nuestra ley fundamental y de las demás leyes y reglamentos no son autoejecutables. En ocasiones, lo que parece obvio que son nuestros derechos en una democracia, no se conceden hasta que los reclamamos en los tribunales y aun así nunca hay garantía absoluta, teniendo en cuenta también que es un sistema judicial costoso y lento.
Ahí es donde la olla de presión explota.