Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
El movimiento es la realidad de este mundo. Pero para los que vivimos días y tardes largas en el pasado, nos parece que la mucha actividad está acercando unos días de otros y la percepción es que el tiempo pasa rápido.
Nuestra generación ha visto lo que otras nunca ni pensaron que pudiera existir. Los niveles a los que ha llegado la medicina respecto al tiempo en que me criaba, es del cielo a la tierra. En mi niñez lo más profundo que se podría investigar una fractura ósea era con una placa de rayos x en la Clínica Sánchez Castaño o en el Hospital de Distrito de Arecibo y si alguien perdía un miembro del cuerpo, era para toda la vida o causante de su muerte. Había pues, operaciones exploratorias donde la frase más común era que abrieron y tuvieron que cerrar porque el daño interno no era reparable. La gente aun moría de repente, en lugar de una afección cardíaca o un derrame cerebral. Y casi siempre se velaban en sus casas, no en la funeraria.
Existía el telégrafo. El teléfono se usaba dando vueltas a una pieza del lado de la unidad que comunicaba con la operadora que a su vez era quien hacía la llamada. Pocos vehículos tenían aire acondicionado y la mayor parte de ellos no eran automáticos, ni tenían cinturones de seguridad. Apenas comenzaban los supermercados a sustituir los colmados y ventorrillos.
La televisión comenzaba en blanco y negro y con una programación limitada a pocas horas durante el día. La radio AM era la reina de las comunicaciones. Las escuelas eran la extensión del hogar y los maestros nuestros padres fuera de nuestra vivienda.
El movimiento es la realidad de este mundo. Al igual que nuestra realidad en el pequeño mundo que nos rodea ha cambiado y hemos visto ese cambio paulatino, ahora estamos viendo cambios más acelerados. Como el deshielo, algo impensado. La crisis económica del gobierno, donde creíamos que los que nos regulaban con sus leyes las seguían al pie de la letra. Y la vulnerabilidad de nuestros héroes de la política y cultura, que los vemos caer por la corrupción o por el exceso y la prepotencia.
Somos afortunados de ver completados ciclos de la historia. Su percepción en su justa perspectiva hay que internalizarla y prepararnos para los grandes cambios que se avecinan, porque el cambio, es lo eterno.