Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
En 1984, el candidato del PNP a reelección, Carlos Romero Barceló, fue preguntado por la periodista Jennifer Wolf sobre la derrota que acababa de certificarse en los comicios de noviembre. En forma abrupta y hasta casi desafiante, abriendo los ojos como pescado en refrigerador que le caracteriza, contestó con una pregunta que se hizo célebre en la historia de Puerto Rico: ¿Qué derrota?
Esa contestación fue profética. Se había perdido una batalla, pero no la guerra. Y él, personalmente, ganó posteriormente un escaño senatorial y dos el cargo de Comisionado Residente. El PNP se posesionó, como nunca, de un primer lugar de crecimiento de fieles.
Pero perder, siempre es amargo. Mi experiencia en política, detrás del telón por muchos años en el PNP y luego favoreciendo independientemente candidatos de todos los partidos, me ha abierto la sensibilidad al que pierde, porque generalmente albergan esperanzas hasta el último minuto y el espacio de tiempo hasta la aceptación final es doloroso. Es como cuando entramos en duelo por muerte de algún familiar.
Eso lo hemos visto en todos los partidos. Personalmente lo viví en mi hogar, cuando mi padre estuvo activo en el Partido Independentista Puertorriqueño, y especialmente cuando fue candidato a alcalde en 1960. Luego en el Partido Nuevo Progresista, donde viviendo la fantasía parcial de un partido con ideales y gente buena caía local y estatalmente ante la fuerza popular.
En 1972 era Presidente de Colegio. Al final de la jornada electoral fuimos a comer sopa en la casa del candidato a alcalde, el maestro y director de escuela, Marcelino Barreto Rosa. El estaba como si nada. Ya se había retirado de su trabajo y esto se había dejado postular porque todos sabíamos que era una carta de gran altura moral para la alcaldía de Vega Baja. Pero no contábamos conque un joven farmacéutico llamado Luis Enrique Meléndez Cano, estaba destinado a romper todos los récords en el mandato que esa noche recibió. Luego vinieron más comicios perdidos hasta que el mismo Luisito decidió retirarse. Ya entonces yo no estaba ayudando en política y quien triunfó fue el candidato penepé, Edgar Santana. En 2008, aunque ya no votaba en Vega Baja, fui parte del grupo asesor de Luis Meléndez Cano y luego, en la Legislatura Municipal, estaba cerca del Portavoz Popular, Marcos Cruz Molina.
He visto el rostro de los que pierden. En sus fisuras desaparece la alegría, hay una sonrisa sosa y se empieza a culpar a todo el mundo de la pérdida. Es como si un bochorno pasara por la mente del que no salió triunfador. Se empiezan a dibujar escenarios hipotéticos y fantasiosos. La amargura aparece a veces hasta con deseo de venganza.
No hay consejo prevenible, cada experiencia es personal y se tiene que manejar individualmente. Pocos, como Mister Barreto y Aníbal Vega Borges, son personas valientes que miran el pasado y el presente con perspectiva noble y positiva. Lo cierto es que no hay razón para buscar atrás y pensar que fue tiempo perdido.
Como Romero Barceló, hay que analizar la situación y proyectar, o como dicen los rosacruces, visualizar el futuro. En mi estancia en el PNP nunca pude lograr la autocrítica al final de cada elección como una manera de analizar resultados. Cada candidato quería esconder sus debilidades y no fue hasta que lo hizo una valiente Elsie Valdés, motu proprio, después de su fracaso en obtener la silla alcalditicia en 1992.
Después de Elsie hubo un espacio de liderato con el siguiente candidato y luego vino Edgar, quien le creía más al Asesor Financiero que lo entretenía con lecciones de Maquiavelo o a su principal inversionista político que le vendía sueños y «garantías» mediante trucos, de que no sería sorprendido en el peculado. Iván Hernández siempre se creyó autosuficiente y ni siquiera quería asesoramiento.
En el Partido Popular, el único candidato que ha perdido en su primer intento, José Luis Colón González, que en la noche en que ganó el PNP en Vega Baja no quería salir a dirigirse al público, no solo ha continuado haciendo aportaciones a su querido pueblo sino que se ha constituido en una persona importante para Puerto Rico, un poco pero no completamente alejado dela política.
La derrota política deprime a algunos políticos. Algunos atribuyen el fallecimiento de Antonio R. Barceló a la derrota de 1936 y sus diferencias con Muñoz Marín. No es un secreto la angustia también del fundador del Partido Popular al final de su vida, cuando su siempre vencedor partido político iba sucumbiendo al crecimiento del Partido Nuevo Progresista. Hay hasta una pintura célebre sobre el Muñoz Marín de sus últimos tiempos, por Francisco Rodón y un libro «Las tribulaciones de Jonás» de Edgardo Rodríguez Juliá, que tratan este tema.
Ayer escuchamos con tristeza a Carlos Pesquera echando sapos y culebras por la boca, olvidándose que nunca ha sido favorecido en ninguna de sus pretensiones político partidistas a pesar de ser una persona de gran valor educativo, social y económico para Puerto Rico. Esa proporción por la que perdió dice mucho de la comparación que hicieron los electores del PNP frente a su rival Jennifer González. El debe aceptar que puede ser un buen burócrata, pero no es atractivo para los votantes.
Por la noche recibimos un mensaje de Miguel Angel Figueroa que nos dió lástima porque nos echa culpas que no tenemos, lo mismo que han hecho otros antes y que mientras no entiendan cómo es la política, su proyección como candidato y la opinión pública, seguirán sin mirarse al espejo para ver de qué carecen. Nada nos hace pensar que no sea un ciudadano decente, pero tiene un problema de carisma que puede superar y ser una opción en la política del futuro.
Nuestra compasión no es por nosotros, sino por ellos. Sabemos lo que sienten porque hemos pasado por eso muchas veces en nuestra propia vida. Ojalá que ese Dios que invocan al final de sus discursos y mensajes, les brinde conformidad y puedan superar la etapa de negación, lo más pronto posible. La vida continúa.