Me duele que se pierda la Junior

Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR

Familiar Barriga Yuya Jimmyto 1952 Foto Baldorioty COMPLETA_edited-1El edificio de la Junior está profundamente ligado a mi familia y a mi. No es solo el amor que tenemos a la arquitectura y cultura de Vega Baja, sino que yo estuve en ese edificio antes de nacer y después de nacer, defendí el lugar sin saber el significado que tiene para mis padres y he sido parte de unos ciudadanos que hemos estado vinculados para defender el sueño de restaurarlo y convertirlo en un edificio moderno y útil.

Hace poco tiempo llevé a mi sobrino José Juan Rodríguez para que hiciera una evaluación. Sus conclusiones fueron que para poder restaurarlo como estaba se necesitaría mucho dinero. Preguntamos donde había que preguntar y el dinero no existe en las agencias estatales ni federales. El Gobierno Municipal, con su déficit multimillonario tampoco hubiera podido invertir dinero que no tiene para una costosa rehabilitación.

Hace muchos años se hubiera podido hacer algo, pero nadie creyó en un edificio viejo y destartalado. Tampoco nadie creyó en el valor histórico ni el sentimental del mismo como un factor en la preparación del futuro.

El edificio original es del Siglo XIX. Hay detalles que no conozco o que no recuerdo porque no los tengo a la mano en este momento. En el Archivo General de Puerto Rico conseguí un croquis de unas mejoras en 1920 de Don Tomás Landrón, quien también hizo el edificio del Hospital Jesús M. Armáiz. Allí hay dos pozos, uno interno y otro al exterior, evidencia de cómo se almacenaba el agua cuando no había sistema de alcantarillado y del nivel freático del terreno donde se construyó el mismo.

Allí vivieron muchas personas del pueblo antiguo. Entre ellos, el actual Presidente del Centro Cultural de Vega Baja, Evaristo Otero Rosa y sus hermanos. Me dicen que fue comedor escolar, aunque allí estuvo por un tiempo la Escuela Intermedia, por lo que le dicen «Junior High» al edificio. Esto tiene que haber ocurrido después de 1940 ya que antes había el sistema de primero a octavo grado y no existía lo que conocemos como Escuela Intermedia.

El edificio también albergó el primer comité del Partido Independentista. Yo recuerdo que en la pared del segundo piso que da hacia la Calle Baldorioty estaban pintadas las banderas del Partido Independentista y la puertorriqueña.

Allí estuvo, en el primer piso, el zapatero «Pepe Manaína» con la «Zapatería el 93″y un bar que aun muestra en la pared de la calle Manuel Padilla Dávila, la caricatura del personaje de Cantalicio, de los anuncios de la Cerveza Corona que en aquellos tiempos vendían Edwin Maldonado, el hijo de Charleján, el que hacía orchata en la Calle Acosta y el ex-vicepresidente de la Legislatura Municipal José (Pepín) Collazo. También en la parte trasera del edificio se fabricaban muebles y hubo un taller de costura. Esta tarde, residentes del área recordaban lo que fue la Junior para ellos.

Mi padre, Thomas (Jimmy) Rosario, comenzó su segunda etapa como fotógrafo en Vega Baja en mayo de 1950 en la Junior. Allí se enamoró de mi madre, que residía en la Calle Baldorioty en un lugar donde hoy día hay un solar baldío. Todavía hay unas losetas que él puso en la entrada de la primera puerta al lado izquierdo de la pared de la Baldorioty.Mi madre allí cosía la ropa de sus primeros dos hijos.

En ese mismo lugar, el día que estaba abriendo su negocio, se cayó el elevador de la Fábrica de Tabaco donde el fue a investigar cuando vió el correcorre con los heridos, Allí mi padre creó sus famosas fotos de las despalilladoras. Otro día salió para retratar a mi madre dentro del grupo de graduados de la Clase de 1950. El 6 de enero del 1951 se casó con ella.

Mucha de la información que he conocido no la sabía cuando defendía el proyecto del ex-alcalde Luisito Meléndez para crear una escuela de Bellas Artes en ese lugar, ni cuando critiqué que se rodeara indefinidamente de zinc alrededor, donde había que caminar por la calle en lugar de las aceras. Me opuse a que Edgar Santana la demoliera y discutí con David Hernández cuando me dijo que se iba a construír un estacionamiento para la Legislatura Municipal.

De broma, en otra ocasión, viendo la intensidad de nuestra defensa, el entonces Secretario Municipal nos preguntaba si Carlos Ayes, González Rullán y yo nos encadenaríamos al edificio para evitar su demolición como se había programado para un día particular. La presencia del representante del Instituto de Cultura aquel día tal vez evitó que realizáramos una protesta singular para evitarla. El dijo que no se podría demoler. Rápidamente se comenzaron a hacer promesas fantasiosas sobre su uso para dedicarse a la cultura. Los políticos, siempre improvisando, no perdieron la oportunidad para prometer villas y castillos.

Debe haber mucho más en la historia centenaria de ese edificio incompleto lleno de rotos, hongos, paredes cuarteadas y columnas en el piso. Un pedazo de mi corazón está allí, como vegabajeño y como persona relacionada con la estructura. La vida continuará y ya veremos como llenar el hueco en nuestro corazón con los futuros proyectos que podrán sumar más historias a esa maravillosa esquina que nos marca la vida a tantos.

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