No quiero marihuana para los vegabajeños

Thomas Jimmy Rosario Martínez 2013Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR

La marihuana no nos hace falta. Es un mal menos malo que otros, pero es un mal. No la necesito en mi entorno ni debe ser parte de mi futuro ni de las personas que amo, que son muchas.

No hay que liberalizar la marihuana. Lo que hay que ser es exterminarla. Hacia eso deben ir dirigidos todos los esfuerzos del estado.

La marihuana en picadura hay que enrolarla, encenderla y expeler su humo. Hace años que combatimos el cigarrillo y el daño que causa al ambiente y ahora, después de tantos logros al combatir el tabaco, alguien propone sumarlo a la lista de inversiones negativas del presupuesto individual, para que los usuarios puedan fumarla sin que la policía intervenga con ellos.

En Puerto Rico se crean  muchas leyes impositivas y luego se hacen leyes de amnistía, lo que es un contrasentido, pues no crea constancia ni disciplina ciudadana para su cumplimiento. Las teorías médicas del bien de la marihuana no impide que se prescriba para asuntos de salud, pero no tiene que despenalizarse su posesión. Lo que se pretende hacer no tiene sentido, cuando no se puede controlar la calidad del producto.

La marihuana ha traído dolor a muchos padres que han visto a sus hijos en continua violación de ley no por un asunto de principios, de ideales o de conciencia, sino por un exceso que no necesitan para una vida saludable. Lo que hay que hacer es revisar las listas de todos los alimentos y medicamentos que se venden y hacer las excepciones y regulaciones correspondientes. Eso es lo que tenemos que luchar.

Hace poco tiempo un productor de espectáculos me confesó que había utilizado marihuana toda la vida y que eso le daba paz. Por su conducta, creo que lo que no le daba paz no tenía nada que ver con la marihuana, sino que era su excusa -sicológica o no- para fumarse un pitillo de vez en cuando. Hay quien dice que eso no causa adicción, pero si hay una condición mental cualquier producto puede exacerbar una condición o crear una dependencia, aunque sea la mente quien la produzca. Y no hablemos lo que todo el mundo sabe, que el producto de la calle provoca ciudadanos rehenes de los precios y las calidades de lo que se vende ilegalmente.

En el caso de ese productor lo que no me dijo era lo que luego yo supe, pues fue sorprendido por un compañero con polvo blanco en la naríz en el baño donde se realizaba el espectáculo. Tomó la excusa del uso  la marihuana para minimizar la opinión de los demás sobre su adicción a otros opiáceos.

En mi juventud había marihuana y otras drogas. Ibamos a discotecas y a otros lugares donde se usaba hasta la matita de campano criolla. Nunca mis compañeros me vieron ni darme una cerveza, ni la bebía bajo toldo. No he sido perfecto, pero como había alcoholismo y drogadicción en mis parientes, yo no quería este mundo para mí.

Vivir sin vicios ni excesos no garantiza calidad de vida. Hay muchos factores que inciden en los errores que cometemos y en las distintas circunstancias en que nos enfrentamos todos los días. Pero si a los problemas del diario vivir le sumamos una liberalidad que no nos beneficia, el saldo es negativo.

Tenemos que pensar mejor la oferta de despenalizar la marihuana. No encuentro nada positivo de que cambien la ley. Solo tienen que aplicarla, como en el caso de los four track. Y si hay beneficios médicos, luchar en los foros federales para que se adelante la causa de los que dicen necesitarla.

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