Por Thomas Jimmy Rosario Martínez TJRM
La destrucción de la casa en que el infame Ariel Castro privó de su vida normal a tres jóvenes por un largo período de tiempo en Ohio, es consecuencia de un acuerdo al que llegó el convicto con el estado para evitar la pena de muerte.
Es usual que los lugares donde ocurren tragedias como ésta, quieran hacerlos desaparecer de la visibilidad humana. El Teatro Ford donde atacaron a Lincoln fue quemado por su dueño por la rabia personal que tenía, por lo que tuvo que ser restaurado posteriormente. El lugar donde Kennedy fue baleado en Dallas, Texas, también ha sido cambiado a como era originalmente.
¿Que habrá sido del lugar en Vega Baja donde mataron a Don Arturo Guerra en la Calle Acosta o donde liquidaron a los esposos Cacho-Tossas en Algarrobo? ¿Donde le dieron el machetazo a Lucas en la Calle Betances o en Las Lisas o en el Alto de Cuba donde asesinaron a Yenso y a Mañemón? ¿Y el arbol donde colgaron a Chenda cerca del Club de Leones? ¿Y el cuarto donde balearon a Camilo? ¿Los dos hogares distintos donde la misma noche violaron a dos hijas de dos líderes del Partido Nuevo Progresista en Vega Baja? ¿Y donde el Scoutmaster abusó de los niños escuchas de aquella tropa en los años cincuenta? ¿Y el banco donde perdió la vida un billetero a manos de un maleante?
Hay lugares que son santuarios mientras que otros son alimento para el recuerdo triste. La buena actividad humana hace que se valore el espacio con el mismo amor que se le tiene a las personas con las que se comparte en el lugar. Hay que bendecir cada lugar de nuestra ciudad para que no volvamos a vivir sucesos como los de Ohio, Dallas, Washington, D.C. o los que han acontecido en nuestra ciudad.
Cada espacio de vida define nuestra apreciación por el espacio de los lugares.