Mis banderas

Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR

Los que me conocen saben que no quiero cuenta con los trapos en que se constituyen nuestras banderas. Son símbolos de sentido de pertenencia, de honor y de poder.

Anoche me sentí triste cuando vi una bandera boricua en la casa donde alegadamente se había cometidos delitos de secuestro y sabe Dios que más. Tuve el déja vú que sentí el 11 de septiembre de 2011 y más recientemente en Boston. Afortunadamente los puertorriqueños nada tuvieron que ver con esos dos asuntos, pero sí con los asuntos del ataque a la Casa Blair y el Congreso, el robo de la Wells Fargo y ahora con lo de Cleveland, Ohio.

Y no me refiero a las motivaciones. Cualquier puede tenerlas. Patrióticas o personales, económicas o religiosas. Yo en eso no me meto, pero sí en el efecto que se crea después que se relacione un delito con nuestra bandera y con nuestra nacionalidad puertorriqueña.

Mi tío Tingo, que residió en Nueva York después de la década de 1950 me hablaba del efecto que tuvo en los puertorriqueños los atentados a Truman y al floor de la Cámara de Delegados de los Estados Unidos. Me decía que hubo una desconfianza generalizada que se sumó al prejuicio que ya se le tenía a nuestros compatriotas.

La bandera puertorriqueña desde el principio fue materia de discordia. Aun hay dudas sobre quién la originó y cuáles son sus verdaderos colores. Los historiadores serios esperan a la próxima pieza documental para activar una nueva teoría sobre  el que, quien, como, cuando, donde y porqué de que se adoptara por un grupo una bandera que después fue insignia de patriotas, políticos y hasta de la empresa privada.

Cuando era estudiante en el Recinto de Rio Piedras de la Universidad de Puerto Rico tenía un bulto con una calcomanía que tenía una bandera boricua y una frase que decía «Yo soy boricua, mi amor es Puerto Rico». Eso traía suspicacias entre mis compañeros penepés de San Juan cuando como parte del grupo Acción Progresista nos reuníanos en Rio Piedras. Ellos tenían la convicción de que la bandera puertorriqueña era una insignia independentista que le habían robado los populares  para simbolizar el Estado Libre Asociado. Parece que esos amigos estadistas nunca habían visto las banderas ingignias de los estados, donde había palabras como California Republic, Sic Semper Tyrannis, Our liberties we prized, Liberties and Independence y otras frases por el estilo.

En Vega Baja hay unas fotos que pueden ser las más antiguas en que la imágen de la bandera puertorriqueña fue retratada por vez primera. Se trató del entierro del prócer vegabajeño y puertorriqueño José Gualberto Padilla, donde trajeron la bandera que ya se había creado y fue ondeada en la Calle José Julián Acosta.

Ustedes conocen lo majadero que fui con el maltrato que se le dió a la bandera vegabajeña en los pasados ocho años. En la Casa Alcaldía no se izaba y si se izaba se dejaba por varios días sin arriarse. Una bandera raída estaba siempre en lugar de una nueva o buena elegante. No había amor por ese símbolo, pero más significativo era que no había amor por Vega Baja ni por los vegabajeños.

Los vegabajeños y los puertorriqueños tenemos símbolos que significan nuestra historia, nuestro presente y nuestras aspiraciones. Cuando hacemos una inadecuada representación y se ondea en sentido equivocado y por gente equivocada, los demás nos afectamos porque somos sus pares.

Me perdí en la vergüenza ajena cuando escuché el apellido Castro de los alegados perpetradores de Cleveland, Ohio.  Algunos con ese apellido de  Almirante  emigraron a distintos puntos en Estados Unidos. Ojalá que no llegue la investigación hasta mencionar el nombre de Vega Baja como cuando gente de afuera tiró  los perros por el Puente El Indio.

Ojalá que esos Castro no sean vegabajeños y que ningún vegabajeño deteriore la buena imágen de nuestra ciudad y nuestra gente.

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Nota final: La prensa revela que los tres alegados delincuentes son yaucanos. Comoquiera siento dolor pues son puertorriqueños.