Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
La verdad a veces no lo es. Y la aparente verdad es como la aparente mentira. Ambas encubren lo más bello del ser humano con los más bajos instintos de maldad. Cuando se quiere la complacencia, cualquier verdad aparente es suficiente.
He visto las dos partes de la entrevista que le hizo el Sistema TV al Licenciado Fermín Arraiza Navas. Es duro para mi escuchar y ver a ese hombre abatido por el dolor nueve meses después de vivir y ser parte de un terrible escenario donde rescata de unos asesinos, en presencia de su hija menor, a su hermosa y querida esposa, creyendo que aun le quedaba el aliento de vida.
Cualquiera puede pensar que la angustia permanente de este hombre le causa expresar una teoría conspiratoria sobre el asesinato de Francheliz Ortíz. Cuando uno mira tanta emoción, puede, como ser humano, comprender esa posibilidad. Algunos, al otro lado de la ecuación, les convendrá decir que hasta el hombre divaga en la insanidad mental para sostener una posición excluyente y tratar de alejarse de sospechas o acusaciones.
Yo le creo a Fermín Arraiza. No lo hago por fe; me convencen sus argumentos. El habla de lo que todos sabemos, que es que en Puerto Rico hay un narcoestado no declarado oficialmente pero que permea por toda la sociedad. Lo sabemos desde hace mucho tiempo. Lo vivimos mientras ejercíamos la profesión de abogado y lo vemos a cada día. Lo admiten todos los componentes del sistema de justicia que comprenden a los abogados, jueces, fiscales y funcionarios y empleados de las agencias de fiscalización. Hay mucho de lo que también había en Colombia bajo Pablo Escobar y en Chicago con Al Capone.
En Vega Baja todo el mundo sabe donde están los puntos de drogas. Y saben de los negocios que acaparan y los que alcahuetean en todos los niveles a vendedores y usuarios. Algunos saben que la industria del escalamiento está vinculada a la necesidad del drogadicto de pagar su tributo al que le provee la droga y el que le provee la droga le sirve como esclavo a los que tienen gran poder económico para moverla y controlar el negocio.
Conozco de inversionistas políticos que se han jactado de haber ganado dinero en ese círculo del vicio y que luego «ayudan» a los políticos en sus campañas para obtener el camino libre para seguir invirtiendo y ganando. Otros son comerciantes con negocios perdidosos que justifican ganancias con el dinero que obtienen de sus transacciones de inversión en el bajo mundo.
La putrefacción de nuestro sistema de justicia no es una acusación sin fundamento. Lo que tenemos que averiguar es hasta donde llega e ir señalando a los culpables. Mientras nuestras agencias de investigación y procesamiento de delincuentes sea un lugar donde se alberga a corruptos, el manto de legalidad le seguirá encubriendo como una verdad y nos parecerán raras las expresiones de los Fermín Arraiza de la vida.
Mientras se sigan considerando los panismos y afiliaciones políticas como la principal razón para nombramientos gubernamentales en todos los niveles, se seguirán colando los que deben a quienes le deben y la falta de libertad de cada cual, prolongará la situación triste de nuestro país. Mientras los líderes gubernamentales y políticos sigan vendiendo el alma al diablo, seguirá este infierno.
Francheliz Ortíz era de carne y hueso. Los que la mataron pueden ser unos seres insensibles que abren boquetes en los cuerpos si es necesario o aunque no sea necesario para obtener lo que quieren. Pero ellos hacen eso porque dependen de otros que le compran lo que tienen o que los defienden de los que no los quieren. Lo usual es que hacen las cosas porque el riesgo es tan calculado que hasta es parte de su sistema distorsionado habitar la cárcel por honor. Detrás hay otros, que no nos quede duda.
El dice una verdad que muchos sospechamos que sea peor que lo que expresa. Conocemos el mundo criminal que se encubre con la vitrina de un mundo social aparente que nos dibujan y con el que nos cautivan. Pero el que puede quitar la hojarasca, puede identificarse completamente con el pensar del viudo afligido. No se trata solo de su dolor, sino de una denuncia social importante que pude ser un punto de partida para una trasformación completa de nuestra sociedad.