Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Afortunadamente, la conmemoración del ataque a Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001 lo recibimos con una buena noticia. Alejandro Torres Rivera, un vegabajeño del que ya sentíamos orgullo por haberse abierto paso en su profesión de abogado, como especialista en derecho laboral, profesor, escritor, político y creador de un programa radial de política internacional, es el nuevo Presidente del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico.
Alejandro es un pensador y exponente de la izquierda del país, de los que ven el futuro de Puerto Rico desde otra perspectiva más igualitaria de la teoría del socialismo. Y Puerto Rico tendrá que tomar sus decisiones contando con las ideas de todos, incluyendo, claro está, las ideas de Alejandro Torres y los que piensan como él.
No hay problema de pertenecer a cualquier pensamiento político en Puerto Rico. La libertad de expresión que tenemos es casi absoluta, únicamente relativa cuando la comparamos a otros países donde no existe o está limitado o cuando interfiere con otros derechos civiles.
El ataque a Estados Unidos fue una tragedia para muchas personas y para la nación americana, a la que estamos vinculados. Paralizó la vida de todos, pero nos debemos una reflexión. Nosotros estamos del lado de acá y condenamos a los de allá por seguir doctrinas religiosas y pretender que se cambie el mapa del mundo para incluirlos porque no cuentan con lugar donde vivir. Nuestras tropas aliadas y las nuestras atacan indiscriminadamente, creando víctimas inocentes de todas las edades, aun aquellas que no quieren un estado beligerante.
Desafortunadamente, la historia de la humanidad es una de victorias y derrotas dentro de la guerra, como recurso de avance de las naciones para imponer su estilo de vida. Cuando un estado anuncia paz hay otro que quiere guerra, porque no está conforme con la forma como se estableció la paz o porque sus tradiciones y cultura se ven afectados. También, la conquista de nuevas tierras ha traído riquezas a los conquistadores. Esto nunca ha acabado.
Vega Baja estuvo expuesto en la Segunda Guerra Mundial y en el tiempo de las guerras de Corea y Vietnam a ataques aéreos. En nuestro norte teníamos un campamento militar y una base aérea que pudo ser blanco de ataques por el enemigo, ya que los puntos militares son de los primeros lugares donde se ataca. En el mar sufrimos hundimientos de barcos por submarinos alemanes, por lo que posiblemente de Alemania haber triunfado en Europa, los objetivos siguientes hubieran sido desde el aire y tierra en América, donde vivimos. Y posiblemente en nuestra ciudad, donde se entrenaban a los soldados y donde había armamento y equipo de transportación terreste y aéreo.
Aunque no estamos en una guerra declarada, el simbolismo del 911 nos lleva a recordar nuestra vulnerabilidad. De alguna forma, ya nos atacaron en Nueva York y recientemente una persona con ideas destructivas modeló en Orlando. Ya nuestro enemigo puede ser nuestro vecino. El el fuego no tiene que venir desde los cielos.
Pienso que es oportuno que la Oficina de Emergencias comience a orientar sobre la protección ciudadana en caso de ataques terroristas. Esto, como los terremotos, tsunamis y fenómenos meteorológicos pueden ocurrir y hay que prevenirlos y combatirlos. No nos tenemos que acordar del nueve once solo porque hubo un ataque en 2001 que no queremos repetir. También el 911 es el acceso a la ayuda inmediata cuando el mal ocurre. Y puede pasar tan lejos o cerca de donde no lo imaginamos, que tengamos que recurrir a los que nos protegen.
