Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
En agosto de 1974, Richard Nixon tuvo que dimitir como Presidente de Estados Unidos de América. Al salir de Casa Blanca, desde la puerta del helicóptero presidencial que iniciaría el viaje de regreso a su casa privada, abrió sus brazos para despedirse de empleados y medios. No sé si volvió alguna vez al que fue su recinto de residencia y trabajo desde 1969.
Jaime Perelló, acosado de la misma manera que Nixon, con la amenaza de una destitución y en la posibilidad de que en el futuro pudiera ser encausado criminalmente, renunció hoy. En el mismo mes que Nixon y de la misma manera, se declaró inocente y levantó sus brazos al despedirse, como Nixon también.
En aquella ocasión el Vicepresidente Gerald Ford, ya como Presidente, le otorgó un indulto, lo que puede también en la esfera estatal hacer aun cuando no hayan acusaciones, el Gobernador Alejandro García Padilla. Tal vez eso sea parte de la negociación para que él haya renunciado a la Presidencia de la Cámara de Representantes. Siempre hay cosas que nunca sabremos y sólo nos queda especular.
A diferencia de Nixon, él se queda en el mismo recinto. Sólo cambia el espacio, los privilegios de ser presidente y sus responsabilidades.
También, sigue siendo un aspirante a renovar su cargo de legislador, a menos que el Presidente del Partido Popular y los que le acompañaron a empujar a Perelló, quieran terminar tirándolo al risco. Tal vez, ya la cacería sea suficiente para haber demostrado indignación públicamente y no importe seguir teniendo una carga pesada que de seguro continuará justificándose como bueno y señalando a los suyos como los malos de la película.
¿Habrá sanidad… o rencor?
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