Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Yo conocí a Ismael Fernández, hijo, el maravilloso fotoperiodista que acaba de fallecer, por las maravillas que de él me contó mi sobrino Carlos Narváez Rosario. De hecho, quedó pendiente una entrevista con él para orientarme sobre cómo seguir el modelo de los Talleres de Fotoperiodismo que creó para la Escuela de la Historia Vegabajeña. Eso, lamentablemente, no se dio, pero su obra queda para contar una iniciativa productiva y educativa que ha dado excelentes resultados, especialmente en la niñez y juventud de pocas esperanzas en nuestro país.
Mi abuelo Esteban, periodista, coincidió con su padre del mismo nombre en uno de los medios en el periodismo de 1940. Por casualidad, tuve la oportunidad de servirle como asesor legal en la Cámara de Representantes de 1985 a 1986. Don Ismael era una persona agradable intuitiva y un periodista de primero. De ahí su hijo transformó el fotógrafo de periódicos en fotoperiodista, dándole un estándar de mayor calibre y sensibilidad al que apretaba el obturador de la cámara.
La única vez que recuerdo haberlo visto fue como jóven en la oficina legislativa de su papá, pero el conocimiento de su obra trasciende su persona. Es un ejemplo el Ismaelito del que muchos hablan ahora que se ha ido a otra dimensión.
De seguro su legado nos puede ayudar en Vega Baja a añadirle tamaño a nuestras instituciones.