A las seis de la mañana| Olimpismo entre sombras y luces

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Por Thomas Jimmy Rosario Martínez0 OLIVO AZUCARADO

Insertarnos en la competencia mundial en deportes es una tarea que los vegabajeños hemos tratado por muchos años. Hemos tenido ganadores, casi ganadores y perdedores. Ganar nos alienta y perder nos decepciona, pero ese es el destino de los que seguimos la competencia. Sabemos que sólo hay un primer lugar para la excelencia y generalmente otros dos para los que se esfuerzan.

Paralelo a esto, tenemos que verlo como un negocio donde se maneja mucho dinero. Los atletas vienen o van hacia un mundo de oferta y demanda, de tener salarios o contratos o de luchar por ellos, de ser mirados como prospectos por otros que también ganan dinero, de recibir patrocinios, incentivos o regalos de las empresas comerciales e industriales y de subsidios gubernamentales. Eso no es condenable, el obrero es digno de su salario.

La otra dimensión del olimpismo es la política partidista. Esta ha rondado desde que se decidió organizar la delegación puertorriqueña. La mejor prueba es que recientemente los periodistas le preguntaron a algunas  atletas del voleibol, obviamente estadistas, si estaban de acuerdo con las expresiones de Jennifer González sobre la prevalencia de la representación boricua como delegación aparte si fuéramos estado.

El olimpismo puertorriqueño ha sido escalón para muchos oportunistas y políticos. Si vemos la lista de presidentes, encontramos una influencia fuerte del Partido Popular desde su primer presidente, que fue el primer gobernador puertorriqueño, Jesús T. Piñeiro, José Enrique Arrarás y Germán Rickehoff, legisladores populares, Héctor Cardona, beneficiado de fondos públicos y su reciente presidente David Bernier, ahora candidato a Gobernador por los populares y quien aun es el agente residente ante el Departamento de Estado. Es notoria también la circunstancia histórica de que ese partido ha utilizado las ceremonias inaugurales de Juegos Panamericanos y Centroamericanos para propiciar abucheos masivos planificados contra los gobernadores Romero y Roselló en las actividades de inauguración, con propósitos de avergonzarlos y ganar capital político.

El olimpismo, como los concursos de Miss Universe no son obligaciones de un país. Tampoco los gobiernos rigen sus interioridades. El Comité Olímpico de Puerto Rico es una corporación sin fines pecuniarios, con el número 4261 del Registro de Corporaciones. No es una autoridad pública, sino una entidad privada.

Lamentablemente, el olimpismo se utiliza como una fuerza política por todos. Unos para alentarlo, otros para atacarlo. Pero el puertorriqueñismo, al igual que el vegabajeñismo, es de todos. Nadie puede reclamar el pedazo de orgullo que nos da ese menester deportivo. Permite que se realicen los sueños de asistir al menos en las  competencias más concurridas del mundo. Y aunque no se gane o se gane poco, tenemos una representación por quien ocuparnos en los días de celebración.

Solo esperar que Yarimar Rosa, la capitana del Equipo de Voleibol entre segundos a participar en un juego o que le llegue el turno a Vannessa García, es suficiente logro, porque marcamos una ruta que ellas u otros en algún momento futuro podrán superar, hasta lograr triunfos indiscutibles.

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