Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Lo errores políticos se pagan con la pérdida de poder. Al igual que el Partido Republicano en Estados Unidos, el Partido Popular en Puerto Rico parece continuar desorganizado, errático y sin futuro aparente. ¿Cuándo comenzó este descenso?
Esto no es producto de Alejandro García Padilla. Aunque fuera raspando, ganó en buena lid en 2012. Y aunque ha demostrado incompetencia, las personas no le tienen odio, sino simpatía, porque no ha dejado de ser candoroso y divertido. El Partido Popular Democrático es el producto de muchos factores desde su creación, tanto en sus aspectos de éxito como en sus fracasos.
Hay la idea de que ganó desde 1940, pero no es así. La propuesta de Muñoz Marín de 1938 tuvo una gran acogida, pero el pueblo no estaba tan convencido en aquella época. Pero Don Luis supo capitalizar una serie de factores, entre ellos la mística de la necesidad social, trabajar duro con filosofía y disciplina y aprovechando programas federales de ayuda.
El Dr. Rafael Arrillaga Torres, un legislador de nuestro distrito representativo y médico de mi familia materna, que entonces no era popular, le dió el voto de mayoría y permitió que los populares pudieran comenzar su histórica gesta por Puerto Rico. De ahí tuvieron bajas cuando los separatistas populares se fueron a fundar el Partido Independentista Puertorriqueño en 1946 y cuando en 1968 el Gobernador Roberto Sánchez Vilella fundó el Partido del Pueblo. En esa ocasión la emigración de votantes propició la mayoría necesaria para propiciar que el Partido Nuevo Progresista obtuviera la gobernación y la Cámara de Representantes.
Años después, Muñoz Marín aceptó los errores que cometió. Rafael Hernández Colón, perdiendo en 1976, fue casi ganador en 1980 y regresó al poder en 1984 hasta que nuevamente se agotó la energía triunfadora y ni la hija del prócer, Victoria Muñoz, pudo detener la fuerza del renovado partido estadista. Ganó por ocho años el Dr. Pedro Rosselló González, que con luces y sombras, generalmente se recuerda con una fuerza dinámica en el gobierno.
El nuevo siglo trajo gobiernos alternados que no ha permitido reelecciones de gobernadores. Sila Calderón se retiró ante la sospecha de que no sería reelegida. Aníbal Acevedo Vilá gobernó en forma compartida, al que le ganó el penepeísta Luis Fortuño de forma contundente. Alejandro García Padilla y los líderes populares de las cámaras legislativas, han tenido un gobierno errático, confuso, de promesas incumplidas, de mucho ruido pero pocas nueces. En el favor público no han podido posesionarse y mucho menos han podido consolidar el liderato, aun detrás de un presidente conciliador y limpio políticamente hablando, como David Bernier. Al igual que el Partido Republicano, el pepedé parece ya haber perdido la estima del pueblo y se anticipa que pierdan las elecciones.
¿Hay tiempo para arreglar los entuertos? Claro que sí. La lección que hemos aprendido los puertorriqueños es que la democracia se perfecciona solamente con el conteo de votos. Aquí hay dos factores principales que pueden influír al electorado. Uno, que el Partido Popular presente una admisión de errores y un plan creíble de gobierno. Nada superficial ni publicitario. La gente ya sabe y no confía en los papeles de promesas y menos cuando la verdadera P.R.O.M.E.S.A. está a la vuelta de la esquina como un hecho consumado. Dos, que el Partido Nuevo Progresista cometa errores sustanciales, principalmente basados en el exceso de confianza de un triunfo arrollador.
Los partidos no tienen que inventar la rueda. Sólo tienen que adaptarse a los tiempos y ser transparentes con sus líderes y sus decisiones.