Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Nací el mismo año en que se aprobó la ley congresional y la estatal que creó el Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Pero temprano en mi vida descubrí que lo de permanente lo era tanto como Estados Unidos de América lo determinara, por una razón de lógica jurídica. Toda ley es enmendable por el cuerpo legislativo que la crea. Eso se hace todo el tiempo. Aun la Constitución puede ser enmendada por el pueblo.
La retórica que hablaron nuestros líderes fue lo que engañó al pueblo. Y los embajadores de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, acompañados de varios funcionarios puertorriqueños, también pusieron un olor tropical a la colonia, para disimular lo que era su esencia.
Lo importante no es ahora señalar a Luis Muñoz Marín como el fraude político del Siglo XX, porque hizo otras cosas buenas para nuestro pueblo. Aun merece recordarse. Solo basta quitarle el pedestal de Dios que se cosechó en ese tiempo, porque eso le ha hecho mucho daño a la psiquis colectiva. Hay que darle los honores que merece, porque aunque en la parte política nos llevó por un rumbo equivocado, otros líderes tampoco ganaron el favor del pueblo para acompañarnos a otro puerto más seguro.
Lo que ahora nos dice David Bernier, Eduardo Bathia y el Secretario de Justicia sobre la insuficiencia del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, ya se sabía. En el proceso histórico de Puerto Rico hemos tenido muchas advertencias de personas que fueron populares y algunas que aun existen. La figura respetada de José Trías Monje, Secretario de Justicia y Presidente del Tribunal Supremo de Puerto Rico, lo estableció en uno de sus libros. Luis Muñoz Marín, en 1962, quiso proponer el voto presidencial como una necesidad para obtener más poder. Rafael Hernández Colón ha hablado de un «deficit democrático». Muchos otros han establecido teorías sobre desarrollo del Estado Libre Asociado y de su fe de que Estados Unidos aceptaría un nuevo concepto.
Yo no creo en fantasías. Mover a un dificultoso, lento y complicado Congreso es un factor. Ponernos de acuerdo en una asamblea constitucional sin una mayoría evidente o una oportunista, es una pérdida de tiempo.
Las reglas están ahí. Las Naciones Unidas han establecido sus criterios para avalar un arreglo entre Puerto Rico y Estados Unidos tomando de punto de partida el supuesto de dos naciones que pactan su futuro.
Para nosotros, que siempre hemos vivido en el coloniaje, exceptuando el paraíso aborígen, es un trauma colectivo escogerlo. Afortunadamente ya se están derrumbando las estructuras políticas débiles, por admisión y confesión de los mismos mitómanos que las construyeron, sus herederos y sus seguidores. Dice una frase legal que a admisión de parte, relevo de prueba.
La retórica terminó, por lo que las mejores palabras por decir, son las verdaderas. Antes cuando fallecía el rey se sabía que habría inmediatamente un heredero y que existiría continuidad instantánea en las riendas de la nación. «!El Rey ha muerto, que viva el Rey!». Nosotros no tenemos esa seguridad. Sólo podemos decir: «El ELA ha fallecido, que descanse en paz».
Hay que ir a la mesa de planos, a diseñar un nuevo croquis de nuestro futuro…