Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Hace calor. En Puerto Rico y en Vega Baja. Y en la mitad del mundo. Tenemos conciencia del calentamiento solar y le atribuímos ser la causa, pero no. El calor, como el frío, siempre han existido. Si no fuera por esas dos manifestaciones de la naturaleza, las moléculas no se expandieran ni se contrajeran y por lo tanto, la actividad sería monótona o tal vez inexistente.
Pero para los vegabajeños es distinto. Tenemos tantas comodidades naturales y otra hechas por el ser humano que otros lugares en donde nos pudieran conocer de seguro verían con admiración nuestro espacio en la Tierra. Nosotros, que nos quejamos tanto, tenemos una costa variada y hermosa. La vista al Océano Atlántica es de por sí un tesoro de imagen, al contemplar esa curvatura que nos recuerda la redondez de la tierra y la inmensidad del Universo. Desde la Peña de Puerto Nuevo o la Peña Borracha al sur del pueblo, hay unos paisajes preciosos para la reflexión sobre lo que es nuestro presente y de lo maravilloso que puede ser nuestro futuro si lo encaminamos bien.
La multiplicidad de suelos, algunos de ellos reservados para que nuestros iguales no los inutilicen, las aguas de distinta composición, origen y destino, los espacios reservados para recreación y deportes, vías que discurren y nos llevan a todos esos lugares y la libertad de trasladarnos a donde queramos sin que funcionarios de gobierno ni la ley de la guerrilla nos lo impidan es algo que tenemos que tener presente.
Cuando era niño había un anuncio en televisión, donde para anunciar un polvo de los pies un locutor dramatizaba, todo sudoroso, un informe del tiempo donde casi me acuerdo del diálogo. «La ola de calor sigue afectando al país, la temperatura muy alta. La humedad continúa». Viendo aquel hombre, a uno le daba calor también.
Antes hemos vivido con el calor intenso en Vega Baja. Hemos tenido también sequía. Pero si para suplir la falta de agua somos capaces de vaciar piscinas, buscar agua en el Ojo de Agua, las lagunas, manantiales y ríos también podemos combatir el calor mirando a nuestro alrededor, hidratándonos y visitando nuestra ciudad.
En algún lugar hay un supermercado con un buen aire acondicionado, un charco de agua donde podamos refrescarnos, una palma frondosa donde podamos disfrutar la brisa del mar o tomarnos la fruta de la semilla más grande en El Ocho Negro o en El Coco Embalsamao.
Hay factores como la temporada, el polvo del desierto y lo caliente de la política que provocan el calor, pero hay remedio. Una buena dosis de vegabajeñismo…ayuda o termina el calor que sentimos.