Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
La Escuela Brígida Alvarez es un centro educativo especializado. Nadie debe tener duda de ser una buena inversión y de tener talentosos educadores y estudiantes. Pero en el afán de mejorar la educación en Puerto Rico, el Gobierno Estatal ha creado un problema desde los inicios.
Esta escuela es un espacio privilegiado en un sistema de educación pública que se supone que sea igualitario. Si bien es fruto de una buena intención, para los demás que no tienen el privilegio de ser parte de ésta, se sienten marginados y en ocasiones atropellados. Algunos resienten que los hijos del representante sean de los bendecidos y le atribuyen un estado de conformidad, de aprobación y complicidad con los cambios planificados.
Súmele a esta incomodidad el hecho de que alguien, sin autorización ni permisos y con la objeción del Instituto de Cultura, puso el nombre de la prócer predominantemente en la histórica Escuela José G. Padilla, actuación que recibió el rechazo generalizado de todos los sectores.
Ahora están haciendo cambios igualmente oscuros, desde la oficina del Secretario de Educación, con traslados inusitados y con la objeción de una parte de la comunidad, que tiene razones lógicas para resistir al cambio. La protesta, es pues, genuina y no debe darse por concluida una gestión donde no se ha consultado a la comunidad educativa.
Las ideas de San Juan no son necesariamente buenas para Vega Baja. Algunos en la capital se sienten y se creen dioses, obviando el conocimiento y sentimiento vegabajeño. Aquí también tenemos gente que piensa, en la mayor parte de las ocasiones, con más inteligencia y sabiduría que los administradores estatales de turno.
En el medio de esta controversia, quedan tres personas importantes de nuestra ciudad, José Gualberto Padilla, Brígida Alvarez y Angel Sandín Martínez, nombres de las tres escuelas, cuya repetición en voz alta parecieran malas palabras.
Archivo del Diario Vegabajeño de Puerto Rico Segunda Etapa de Diciembre 2012 a Octubre 2016 