Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Anoche nadie se ganó el premio mayor de Powerball. La suerte, que es la base de todo juego de azar no manipulado ni alterado, es un juego del que solo sabemos las reglas para jugar, pero no las reglas para ganar.
El que juega tiene la esperanza de acertar y sueña con una vida distinta a la que se tiene. Y cuando gana, cambia su vida.
He conocido dos afortunados del juego del loto que se premiaron con el premio mayor. Uno de ellos, compartió conmigo su pena de haber ganado seis millones. Y digo pena, porque su vida fue miserable desde entonces.
Los ricos tienen la desventaja de una vulnerabilidad social porque muchos quieren compartir sus riquezas. Desde el pobre que siente la prepotencia de algunos o se la imagina por la aparente insensibilidad que caracteriza al que todo lo puede obtener sin esfuerzos.
Al pobre que le toca un premio inesperado es peor, porque generalmente no ha tenido oportunidad de planificar su golpe de suerte y sube sin pasar por los escalones de la prevención del fraude, pillaje o torpeza en el manejo del dinero.
Soñar es la actividad económica menos cara. Si vamos a invertir dinero en juego, donde solo conocemos las probabilidades millonarias que se han calculado para acertar los números correctos, pero no las posibilidades de hacerlo, pensemos que estamos comprando un boleto de cine donde si no nos gusta la película, no nos devolverán el dinero. También, a la vez, podemos soñar despiertos en qué vamos a invertir nuestro dinero si ganamos, para que nuestra vida siga siendo provechosa y que nuestros recursos puedan multiplicarse.