Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Siempre quise ser superhéroe. En mi niñez conocí a muchos de ellos, en especial a Superman, que lo veía los domingos en la tarde con el actor que presuntamente se suicidó, George Reeves.
Como en aquel momento no había Internet ni mucha información en libros y revistas sobre los actores ni películas, se creaba un misterio sobre los personajes y los que los desempeñaban. De ahí muchas leyendas y hasta información falsa que han pasado como verdad histórica.
!Cómo olvidar los sábados en matiné en el Teatro América! La oferta era el noticiero, un muñequito, una serie y una película de largo metraje. Claro, que les estoy hablando en otro idioma, ese mundo se perdió en la historia. El matiné, contrario a la definición que nos atribuye el Diccionario de la Real Academia (2. f. P. Rico. Función de cine por la mañana), se ofrecía después de las tres y media de la tarde.
El Noticiero era un recuento generalmente de actividades gubernamentales, sociales, deportivas y de la empresa privada, que se llamaba de distintas maneras, como Cinerevista, Viguié o Viguié-Guastella, según mi recuerdo.
El muñequito era una película de cortometraje de los personajes de las tirillas cómicas de Disney u otras compañías que se dedicaban a esta clase. Mickey, Daisy, Pájaro Loco (Woody Woodpecker), El Gato y el Ratón, Piolín y Silvestre, El Correcaminos, Super Ratón y otros. Nada de las Tortugas Ninjas, Picapiedras, ni Poconos.
La serie era una película fragmentada a propósito en capítulos, como las novelas, donde siempre había un héroe y un villano al menos. El Monstruo de la Laguna Negra, Flash Gordon, Batman, El Látigo y algunos otras de vaqueros, que eran series con temas de la vida en el oeste americano donde nunca faltaba el alguacil (sheriff), el saloon (bar), los tiros, las explosiones y donde el héroe siempre quedaba en riesgo de morir baleado, cayendo por un risco o dentro de una situación como llaman hoy día, «confusa». En el próximo capítulo el héroe siempre se salvaba de alguna manera.
La película, según mi mejor recuerdo, era de las llamadas de aventuras o acción. Un clásico de la literatura, como las obras de Julio Verne o H.G. Wells, una épica, de vaqueros o de monstruos. La tanda de la noche repetía el menú de la tarde, aunque no sé si completo, porque yo iba de día.
De niño tuve mi traje de Superman. E imaginaba tramas donde yo salvaba gente. Solo, guiaba vehículos con un gancho de ropa en la escalera del patio y hablaba solo como si estuviera acompañado. Cuando no había capa, me ponía una toalla alrededor de mi cuello y la fijaba con un pinche de tender ropa.
El cine para ese tiempo costaba poco dinero y yo residía a unos pasos. Como la Plaza era mi patio extendido, el Teatro América era parte de mi casa también. Tenía una gran sala de proyecciones que me han dicho que tenía 600 butacas. Ese lugar era de celebraciones, teatro, cine y prácticamente el primer lugar de recreación de Vega Baja.
Ya mayor supe que mi padre producía anuncios para 
el Teatro América. También sé que produjo al menos un espectáculo para el Día de las Madres.
Si yo hubiera sido huérfano hubiera sido un superhéroe. Así era Superman, cuyos padres murieron cuando explotó Kryptón, Batman cuando sus padres fueron asesinados al salir del teatro, Flash y El Hombre Araña. Afortunadamente mis padres aun existen, compartimos la vejez y puedo recordar mi niñez agraciada con su compañía y las vivencias en mi pueblo.


