Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Un día de la pasada semana vi a un obrero con una podadora
desyerbando en la Iglesia Católica y del pueblo y me estuvo familiar. Era el párroco Jorge Paredes, quien me llamó para decirme que esperaba a mi padre, como es su costumbre, para retratar la procesión del Viernes Santo.
Mi padre no es un católico que asista regularmente
y con devoción a la Iglesia Católica. Pero cuando le correspondió casarse lo hizo bajo ese rito aunque mi familia materna provenía y practicaba el protestantismo. No fue pues, una boda común, porque el Padre Benito Cabrera tubo que pedir permiso a sus superiores para oficiar la boda entre dos personas de distintas sectas del cristianismo. Se casaron el 6 de enero de 1951, unos pasos fuera del altar por la diferencia de sus convicciones. Mi tío Albert en Manatí se ocupaba de recoger las ofrendas y mis hermanas decidieron seguir el catolicismo, por lo que la tradición ha continuado.
Mi padre, doblemente interesado como periodista autodilacta y por herencia, siempre ha tenido interés en reseñar y estudiar los eventos de la Iglesia Católica. Hace unos años, con su nieta Carola y con mi ayuda, publicó un disco donde recopila gran parte de la historia de la Iglesia Católica de Vega Baja con datos y fotografías. Recientemente terminó su nuevo trabajo sobre la Historia de las Apariciones de la Virgen del Pozo, acontecimiento que ha marcado la historia de Puerto Rico y en la cual incluye, además de sus fotos e información, los escritos de su amigo escritor Fernando Acobe sobre esa gran historia que causó conmoción en la isla y fuera de ella y en la cual los vegabajeños hemos sido protagonistas de esa parte de la historia.

En Sabana Grande lo acompañaron mi tío abuelo materno Rafael Martínez Rivera y Angel Luis Rodríguez, conocido por «Dillinger». Años después, devotos de la tradición de la Vírgen del Pozo visitaron a Vega Baja y mi padre tuvo oportunidad de retratar la ocasión.
Jimmy Rosario tiene 86 años. Al igual que nuestra tradición de una Procesión de Viernes Santo y luego el peregrinaje de la Soledad, él siempre ha querido retratar, cada año, ese acontecimiento. Para algunos, puede ser una obseción; para él, es su oportunidad de continuar activo sirviendo a la comunidad católica y a los vegabajeños a perpetuar mediante la imágen su historia y costumbres. Estoy seguro que aun con su bastón y su lento caminar, se hará visible nuevamente, enseñando a los demás su perserverancia y su propósito humano y espiritual.



















