Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Cuando el ser humano llega al límite de su entendimiento, busca razones en su entorno. Para algunos es un cuarto estrecho, para otros, la naturaleza. Se comienza a creer en señales de otras existencias paralelas, celestes, de objetos. Siempre será controvertible encontrar y creer en un Dios, porque habrá otros dioses para comparar y cuya presencia en el mundo estará presente.
¿Existe un sólo dios real o una multiplicidad de ellos? ¿Será el que nos llega por la cultura, al que conocimos por invitación de sus fieles, o no habrá ninguno y será todo producto de la imaginación?
La pregunta solo la puede contestar el individuo solamente. No hay duda que la historia nos señala dioses y figuras espirituales creadas, pero la existencia de fuerzas superiores a nuestro entendimiento, es una realidad.
El dios de nuestro corazón es el mejor. No importa su origen ni lo que lo defina. El bien y el amor no tiene forma, se manifiesta de forma espontánea, pensada o trabajada, pero siempre produce resultados positivos para todos. La fe busca soluciones y las encuentra. Si la creencia tiene esta característica, es un dios verdadero.