Un «Paro» Incomprensible

Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR

Thomas Jimmy Rosario Martínez por LuigiEn nuestra sociedad puertorriqueña hay de todo. Hay los conservadores que no quieren que las cosas cambien o que cambien poco a poco. Los que creen en el cambio, generalmente utilizan los medios que tienen y que conocen, como la empresa privada, la religión, la política, los estudiantes, grupos de trabajadores y las relaciones con los grandes de otros lados. Otros obvian los mecanismos y sólo entienden el cambio si es a sus propios intereses. Esos, no son de aquí , como escribió  Rafael Hernández en Cuchiflitos.

Si no hemos entendido los llamados «paros» generales y nacionales de otros años, nos es difícil comprender porqué en esta época de carencias y dificultades, que tenemos que enfocar en nuestra propia subsistencia y sobrevivencia, hay que aguantar a los anarquistas que nos digan que hay que hacer lo que no podemos entender. Entre los políticos y esos individuos hay unas semejanzas tremendas, ambos grupos trabajan con la irracionalidad del puertorriqueño. De conservador no tengo un pelo, pero a esos supuestos liberales, no los puedo apoyar, porque no están claras sus metas sociales.

Hasta ahí llega la fe y de hecho, creo que empieza otra fe distinta. Creemos que es injusto que los líderes obreros que entre defender sus propios interés con exclusión incluso de los intereses del pueblo y de pasear por la delincuencia en el país, hay poco que queramos aprender de sus costumbres.  Otros en el campo de la política con ideas de control fracasadas en la práctica en otros países quieren implantarlas para imitar inevitablemente el sufrimiento y la división social como en Cuba o Venezuela, Rusia o China. Los religiosos, que creen para los demás en otro mundo al final de la jornada, pero para ellos la pedofilia, la riqueza económica y el fraude, son caminos que parecen no terminar.

Esto ya no se trata de que cuando el PNP está en el gobierno se unen todos esos grupos para militancia supuestamente masiva -en realidad cada día son menos-protestar y decir improperios contra el gobernante para aprovechar la coyuntura política y bajar la estima pública de los incumbentes, teniendo en cuenta la próxima elección. Tampoco con el oportunismo político de Carmen Yulín ni el económico de Calle 13. Esto tiene que ver con lo que unos nos quieren quitar para ellos y que no quieren compartir con nosotros.

Es tiempo de ver la fuerza política como una de efecto y no de fe. Que los que nos presenten ofertas de acción sean personas experimentadas en el desinterés personal y que demuestren su hoja de servicio al pueblo mejor que decir que cuando lleguen se va a solucionar el problema pero que es necesario que los empujemos.

Tenemos que terminar con esa fe. Nos llenamos los ojos y los oídos con ilusiones y mentiras y después nos decepcionamos. La culpa es individual aunque el efecto sea colectivo. Nuestro voto y nuestra opinión vale contra quien sea  o lo que sea. Que no le podemos  conceder a nadie que sabe más que nosotros hasta que nos convenza con el uso de la razón y no del corazón.

Recordemos que hay cosas del corazón que la razón no entiende. Aunque nos motiven los oportunistas a apoyar un paro, son incomprensibles las razones, por lo tanto, es incomprensible el llamado paro.

Hay el riesgo de que nos roben el corazón y después nos lo partan en mil pedazos cuando nos demos cuenta cuán infieles son.

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