Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR
Soy hijo, padre y yerno de veteranos. Eso me permite decirles como veo esta crisis que denuncia El Nuevo Día respecto a sucesos que han ocurrido en el Hospital de Veteranos.
El Hospital de Veteranos es una facilidad que brinda múltiples clínicas, servicios, hospitalización y terapia. No es una institución perfecta, como ninguna la es. Ya ustedes saben lo que pasó con el Hospital UPR de Carolina o lo que dicen por lo bajo del Hospital Wilma Vázquez de Vega Baja. Hay aciertos y desaciertos donde quiera, hay diligencia, negligencia y hasta actos criminales en la rama médica y hospitalaria en Puerto Rico, en Estados Unidos y en todo el mundo.
Los veteranos tienen un privilegio que los demás ciudadanos de la nación no tenemos. Estados Unidos paga hasta la muerte el servicio de sus hombres y mujeres que sirven a la nación en las fuerzas armadas. Dentro de los beneficios hay pensiones, compensaciones, servicios médicos y medicinas para los que hayan completado aunque sea un mínimo su servicio militar voluntario u obligatorio, en la paz o en el conflicto, en territorio nacional o en el teatro de la guerra. Al final de la jornada hasta un hoyo bien preparado y conservado tiene en Bayamón y pronto en Morovis para depositar sus restos mortales. Eso es consustancial con una nación de historial y carácter militar.
Los servicios a veteranos han tenido altas y bajas, pero actualmente el Hospital de Veteranos, es, a mi juicio, una de las instituciones médicas mejor constituídas para servir desde que comienza la necesidad de salud hasta la rehabilitación del paciente. Tanto con mi hijo como con mi padre ha habido errores, pero en la suma de conveniencias, han sido bien atendidos y servidos. Mi hijo, parcialmente incapacitado y compensado por lesiones físicas en el servicio militar, recibe tratamiento, medicinas y recibe hasta una cantidad de dinero para viaje cuando es citado a entrevista médica o terapia.
Mi padre porta un desfibrilador/marcapasos para prevenir un buen funcionamiento de su corazón. Fue operado de cáncer en el cólon, recibido quimioterapia y recientemente intervenido por un neurocirujano para un derrame de sangre en la parte blanda del cerebro. Le han dado equipo de baño, agarraderas para prevenir caídas, casco para recibir impactos en su cabeza, silla de ruedas, carrito, andador y bastón. También todas las medicinas que necesita y hasta vitaminas y minerales para mantenerse activo y saludable a pesar de sus condiciones. Los ojos de ambos, padre e hijo, tienen espejuelos de su centro visual. La operación de catarata de mi padre, fue también hecha allí.
Un descendiente de vegabajeños, el excelente Dr. González Rivera, es su médico primario. Es nieto del famoso comerciante Jesús Rivera Vega. Así como González, otros médicos, enfermeros y enfermeras, personal administrativo y hasta contratistas, son naturales o residentes de Vega Baja o tienen alguna relación con vegabajeños. Muchos vegabajeños veteranos han sido recipientes de múltiples beneficios de los servicios que allí se ofrecen desde que hace muchas décadas se instaló por vez primera en otro lugar.
No tenemos que pensar negativamente del Hospital de Veteranos porque tenga una nueva crisis pública. Allí trabajan miles de personas y necesariamente tienen que darse errores humanos, pues solo en el Hospital de Dios, el servicio es perfecto. Afortunadamente, el Hospital tiene elementos de control interno y de fiscalización que cuando son alertados por los veteranos o familiares de los que reciben los servicios, se tratan de corregir las diferencias de inmediato. Yo lo sé porque he sido quejoso y he visto el resultado.
El beneficio mayor del hospital es que tiene el récord electrónico que es accedido tan pronto llega una situación de salud del veterano. He visto como en cuestión de segundos una emergencia ya se ha encaminado hasta con la opinión del especialista o el cirujano. Sus protocolos son muy avanzados, en casos, hasta más modernos que los que recomienda la Organización Internacional de la Salud.
Hay que distinguir la paja del grano. Me gustaría haber sido veterano y tener ese recurso para mi vida. En los últimos ocho años que lo he visitado casi semanalmente lo he visto funcionar como un reloj, que a veces se interrumpe por un segundo pero que le ha extendido la vida y con abundancia a mi padre, a mi hijo y en estos momentos a mi suegro quien está hospitalizado.
Mi opinión es que el Hospital de Veteranos, con sus clínicas en todo Puerto Rico siempre pueden mejorarse, pero en realidad son suficientemente confiables para entregarles el cuido de la salud de las personas que más queremos.
Como dice el anuncio de una compañía de seguros, «no me imagino si no lo tuviéramos».