Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR
En los diez días de Fiestas Patronales, se comenzaba desde temprano en la madrugada con cohetes que hacían un fuerte estruendo que se escuchaba aun en sitios distantes de Vega Baja. Por la noche las «bombas», que se compraban en un lugar de San Sebastián únicamente, se convertían en fuegos artificiales desde la misma plaza en un espectáculo de luces y en el cielo.
Los cohetes se disparaban por una persona contratada por el Gobierno Municipal que tenía licencia de pirotécnico y podía bregar con estos explosivos. Originalmente tenían una varilla de madera que venía a caer en la calle y había que esconderse para protegerse o aterrizaba en los techos de zinc de nuestra ciudad, haciendo un ruido fuerte. Para muchos, esa varilla de madera rústica, era un souvenir.
Los espectáculos variaban de acuerdo a la hora. Por la mañana, había una diana por las calles, en la tarde, los juegos populares y en la noche un show y luego baile en el templete. Las instituciones como asociaciones benéficas creaban quioscos, habían picas para jugar, entre ellas la tómbola de lotería donde uno apostaba a números y las carreras de caballitos, con figuras hechas por los artesanos de Puerto Rico.
Se daba mucha oportunidad a los músicos locales. El Trío Vegabajeño, Los Condes con Tato Díaz,las orquestas, conjuntos y músicos se contrataban directamente sin la intervención de productores de espectáculos.
En un mundo de hombres aun hace cincuenta años, era normal que se presentaran espectáculos de bailarinas que producían una fantasía de excitación en los espectadores. Lo que algunos no sabían es que algunas de estas guapas mujeres, no lo eran. Algunos, como Rivas, de Almirante, el que luego fue famoso como el «Grandes Cosas» del Chisme Beauty en televisión, cuando jóven, era un transformista que con un cuerpo voluptuoso se presentaba en el templete en uno de estos espectáculos de bellas y deseables mujeres.




