CASINO A LA VISTA
(Escrito para la edición del 12 de agosto de 2006)
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Aunque alejado momentáneamente de la ciudad que nos da energía, no dejamos la obligación que nos hemos impuesto de producir este diario, el primero en la historia de Vega Baja, aunque sea con las limitaciones que nos impone la distancia.
No estamos fuera de Puerto Rico en viaje de placer pero si lo estuviéramos igualmente nos encargaríamos de escribir la historia diaria de nuestra ciudad. El límite para los que aquí laboramos en esto es la incapacidad o la muerte, pero aun así ya nos hemos comprometido entre nosotros a continuar esta obra en forma infinita, a mejorarla cada día y a permitir que más personas bienintencionadas colaboren en esta empresa.
Nos informan que el Hon. Edgar Santana Rivera ha anunciado que detrás del hotel que está favoreciendo para Vega Baja, viene la posible propuesta de un casino.
Yo creo que la experiencia de un casino para esta área no es favorable por lo que hay que ser cuidadoso en promover este tipo de empresa para nuestra área. Veamos porqué.
En Vega Baja anteriormente hubo casino. De hecho, los orígenes del casino como entidad social fueron de lugar de juego. Antes hasta los alcaldes se involucraban en su promoción y sus juegos, inclusive apostando dinero. Como dato histórico corroborado, el Casino original que hubo era racista, no se admitía gente de color. Así constaba en su reglamento y así se implantó. El último caso conocido de negativa a admisión como miembro se le hizo a un comerciante vegabajeño famoso por tener el pelo encaracolado.
La historia no lo cuenta, pero es tiempo de decirlo. Don Angel Sandín Martínez, de acuerdo a testigos de la época, algunos de ellos mis familiares, que son los suyos también, nos informan que perdió grandes cantidades de dinero en el Casino de Vega Baja. Incluso, después de su prohibición, las personas jugaban ilegalmente en sus facilidades, incluyendo hasta a los mismos jefes de la policía.
La historia de los casinos en todo el mundo está relacionada a aspectos negativos. Primero, se trata de una actividad que no es necesaria para la supervivencia del ser humano, sino para la recreación. Pero en este juego no hay actividad física de ninguna clase, por el contrario, hay poca actividad mental y se tiende a perder la conciencia de valores y convertirse en una rutina peligrosa para la mente, crea malos hábitos y tiende a corromper la moral de los jugadores.
El juego de casino no es una actividad lucrativa para los jugadores. De hecho, el juego está orientado para que gane la mesa, o sea, el dueño. En raras excepciones la suerte juega un papel importante al jugador, a menos que haya combinación con los empleados encargados de las mesas o croupiers o algún tipo de arreglo en los equipos o máquinas de juego.
Esta actividad también trae problemas económicos a los jugadores. Gran parte de las personas que se han ido a quiebra en esta región hicieron sus deudas en el Casino del Cerromar o el del Dorado Beach Hotel o visitaban a los casinos del Area Metropolitana. Tengo conocimiento de causa por cuanto he sido abogado de quiebras en los últimos treinta años y frecuentaba dichos lugares de juego. Muchos de ellos fueron mis clientes.
La persona que juega además de empobrecerse, porque las posibilidades de ganar o de seguir ganando están en su contra, tiende a afectarse emocionalmente cuando se frustra al no recibir para atrás el dinero invertido. Se crea una compulsión enfermiza que va acompañado de múltiples consecuencias que en ocasiones ha terminado con el suicido o la anulación de la persona en su trabajo o en su relación con sus familiares. A veces llega hasta a cometer delitos de fraude personal, familiar o bancario. Es un cuadro terrible para el jugador y para su familia.
Hubo un alcalde de otro pueblo hace pocos años atrás que el fragor del juego, hasta usó una tarjeta de crédito en la República Dominicana para no caer preso al excederse en sus apuestas. Esa tarjeta pertenecía al Municipio y aunque repuso rápidamente el dinero, que eran $3,000.00, quedó con el error en su expediente.
No hablemos de la escoria que trae el juego de casino paralelo a sus instalaciones. Por eso la famosa frase «lo que se hace en Las Vegas, se queda en las Vegas», refiriéndose a los centros de Casino, para todos los gustos que hay en Nevada. Allí hay prostitución, droga y toda clase de placer paralelo al de jugar que en ocasiones viene como consecuencia de ganar y es parte de los negocios que se crean con la gente que va a buscar excesos y extremos de vida.
Yo no quiero que mis descendientes vean esta opción en Vega Baja.
Hemos estado en Las Vegas, en Atlantic City, en Seminole, en Canada y muchos otros centros en todos los Estados Unidos. Tambien hemos ido en los cruceros de juego de Cabo Cañaveral y Key West. En ninguno hemos hecho dinero al final del día. Antes de eso, la compulsión y la confianza de haber ganado da un aire de que se va a repetir la suerte y la codicia hace que uno vuelva a apostar. Al final el juego es como el cine, si no te gustó la película, no te devolverán el dinero.
Vega Baja no debe aventurarse a tener casinos en el futuro. Esa no es una empresa lucrativa para la comunidad, sino más bien la perdición de la comunidad en oportunidades negativas de trabajo y de consecuente pobreza para personas de todas las edades, en especial para nuestros viejitos cuyos cheques de seguro social y retiro se pueden ir por el sifón.
Si el establecimiento de un casino es una condición de las compañías de hoteles que vendrían a establecerse, les anuncio que esto es síntoma de una mafia detrás de la idea y que no se está diciendo la verdad del guiso y las prebendas que sus promotores aspiran. Esto es una continuación de la empresa que promueve Playa Hermosa, que ya ha dado el botón como muestra.
Para un mejor Vega Baja en el futuro, necesitamos otro enfoque, otra mentalidad. Antes que empiecen los compromisos legales que hipotequen nuestro futuro.