Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
La otra noche fui a ver la última película de Superman, llamada Man of Steel, como las historias ilustradas que leí cuando niño.
Me gustó la forma como trataron los hechos conocidos y trillados, desde otras perspectivas. No me gustó la violencia excesiva ni que mi héroe matara a su enemigo Zod.
Aun cuando Zod asesinó a Jor-El, el papá de Kal-El, o sea, Superman, esa venganza estaba fuera de mi creencia de que Superman nunca había matado a nadie. Claro, que como estudié derecho sé que lo hizo en defensa de otros inocentes y lo excuso por legítima defensa, como se llama el acto. Eso, verdaderamente, no lo leí en mi niñez, no lo vi en las series televisivas ni en otras películas.
¿Porqué me gusta el personaje de Superman? Creo que porque siempre triunfa. También, porque representa los valores de Estados Unidos de América, el «American Way». Además, fue el primer héroe que conocí, en blanco y negro, en la sala de mi casa los domingos en la tarde, cuando daban la serie con el actor George Reeves. Antes de esa, hubo un actor, Alan Kirk y después hubo otros, pero creo que ese fue el que más años y de forma consecutiva trabajó el personaje. Hay una historia sobre él en Hollywoodland, una película basada en especulaciones sobre su vida personal y la creencia de que en la vida real no se suicidó en su hogar que visité cuando fui a California.
Cuando niño, me obsesioné con Superman. Al igual que en la última película, me ponía toallas y hasta sábanas con pinches de ropa y hasta me sentía volar por los aires. Mis padres, con la ayuda de mi Tío Pepito, me consiguieron para un Día de Reyes un traje que ni me servía pero que para mí era lo máximo. Me quedaba mirando y tocando la «S» de la camisa cuando no la tenía puesta. Afortunadamente, usé el traje por muchos años, porque me quedaba grande.
Desde donde escribo miro a mi izquierda y veo el piso de losetas tropicales negras y blancas que todavía están en el pasillo. Ha pasado más de medio siglo desde esos momentos y veo que estoy en el mismo sitio, sólo que ahora lucho, con lo que aprendí, por el Vega Baja Way. Después de cincuenta y seis años de haber sido Superman, parezco más al espejuelado Clark Kent desde mi periódico Diario Vegabajeño, en lugar del Daily Planet.
Me maravillo de comparar las similitudes. Tal vez sea como Jimmy Olsen, pues hasta que nuestros nombres de pila sean iguales es coincidencia o tal vez causalidad de una historia que ha forjado mi destino… de alguna manera misteriosa.