Nota de redacción: El siguiente escrito es producto de una investigación profunda sobre los orígenes de nuestra ciudad, escrita por el arqueólogo e historiador vegabajeño Carlos M. Ayes Suárez.
Entre los taínos existía una idea clara de la extensión de su territorio. Cada cacicazgo usufructuaba una vasta región sin que prevaleciera una noción de propiedad privada de la tierra. La idea generalizada del territorio era ambigua en cuanto a su extensión y, obviamente, no tenía límites claramente definidos. La evidencia arqueológica sugiere que la población se encontraba disgregada por el cacicazgo y que existían algunos poblados de mayor población donde la existencia de bateyes o plazas ceremoniales podrían representar centros de una gran actividad comunal tales como el intercambio de obsequios.
El Sebuco era el nombre con que se identificaba el cacicazgo de dicha ribera y las fuentes documentales dan cuenta de que el cacique de mayor jerarquía del mismo era Guacabó.[i]
El descubrimiento de placeres auríferos en el Río Cibuco y en el Río Grande de Manatí, centra la atención de los colonizadores en ambas riberas. La población taína es desplazada de sus comunidades y encomendada a trabajar en las “haziendas de minas” del Adelantado Juan Ponce de León. Luego los indios encomendados al conquistador fueron reasignados a Juan Cerón y fueron desplazados a la Granja del Rey en la Ribera del Toa.[ii] Pese a que el nuevo régimen de propiedad consistía de vastas extensiones de terrenos destinadas a la crianza de ganado, la tierra era considerada propiedad de la corona y solo se les reconocía el usufructo a los señores de hatos.
La población se encontraba dispersa en un territorio que aunque era de poca extensión era selvático.[iii] Sin embargo, el aumento en la cantidad de estancias agrícolas y el eventual desarrollo de comarcas representaría el embrión de las poblaciones que se comenzarían a fundar desde los inicios mismos de la colonización. Serían los núcleos urbanos la instancia administrativa que caracterizaría al país durante los primeros tres siglos de coloniaje español. Ya en el Siglo XVI surgen los primeros dos partidos de la isla; San Juan de Puerto Rico y San Germán. Dicho desarrollo estaría acompasado de conflictos continuos entre los colonizadores.
Los conflictos entre los hateros y los mineros que se asentaron en la Ribera del Cibuco desde el periodo de colonización de la isla, se agudizaron en el momento en que las actividades de minería disminuyeron y tuvieron que enfrentar el hecho de que lo que cultivaban para su supervivencia no daba abasto. Sus cultivos eran perjudicados por el ganado que pacía en las vastas extensiones de terreno de los hatos y ni siquiera podían adquirir carne mediante compra de parte de los hateros; ocasionándoles problemas con la alimentación de los criados y esclavos. Reclamaban que se redujeran los hatos de una legua a media legua de manera que pudieran disponer de terrenos para criar por igual su propio ganado. Cuando estos denunciaron por primera vez la situación ante el Cabildo de San Juan, el 21 de enero de 1542, los 13 firmantes hicieron constar que habitaban en las “minas viejas de Cebuco”[iv]. Entre los peticionarios figuraba un religioso de nombre Frey Bernardo.
La presencia de un religioso, presumiblemente franciscano, en la región evidencia que existía un número significativo de mineros y estancieros en dicho periodo. Mediante las “Las hordenancas (para el) tratamiento de los indios”[v] vigentes desde el 1513, se daba instrucciones a los colonizadores en los siguientes términos.
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“…hordenamos y mandamos que donde quiere quatro o cinco estancias o mas o menos en termino de vna legua quen las estancias que mas en comarca estouieren de todas las otras se haga una iglesia en la qual iglesia pongan ymagenes de nuestra señora y cruzes y un esquilón para que allí bengan todos los domingos pascuas e fiestas de guardar a rrezar e oir misa…” |
Resulta obvio que habían más de cuatro estancias y que dentro de la legua que comprendía su territorio habían algunas “mas en comarca” donde establecieron la iglesia de Frey Bernardo. Como parte de las mismas ordenanzas se advertía que, como parte del proceso de evangelización de los indios, para aquellos que habitaban a una distancia mayor de una legua de la iglesia existente, se construyese otra en cualquier otra estancia de dicha región aunque la misma estuviese localizada en la misma ribera donde se había establecido esta.[vi]
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“…porque nuestra voluntad es que a los dichos yndios se les busque todos los mejores medios que ser puedan para ynclinarlos a las cossas de nuestra santa fe católica e sy quiesen de yr mas lexos de vna legua a missa los domingos e fyestas sentyrlo y an por grave hordenamos e mandamos que sy fuera de la susodicha legua donde madamos haser la dicha iglesia quiere otras estancias avnque sean en vn mismo rryo donde las otras estouieren que se haga vna iglesia de la manera susodicha.” |
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“por la costa abaxo hazia el Oeste de la isla sale otro río a la mar, llamado Sibuco, no es muy grande, y en su nascimiento, que es en Sibuco alto y bajo se ha sacado mucho oro, de veinte y uno a veinte y dos quilates; en la ribera deste río se cria mucho ganado bacuno y porcuno, y como se dejó de sacar oro por falta de negros, se han despoblado muchas haziendas de minas y otras estancias; esta boca deste río estará de la cibdad cinco leguas;” (Melgarejo) Dichas instrucciones eran tanto para las estancias como para las “haciendas de minas”. Cuando las actividades de minería en la Ribera del Cibuco, comenzaron a disminuir a la vuelta de la primera mitad del Siglo XVI, la supervivencia de aquellos que se habían asentado en la región y establecido sus “haciendas de minas” y estancias dependió casi exclusivamente de las actividades agrícolas que llevaban a cabo. Tal parece que las actividades de minería se llevaron a cabo principalmente en el “nascimiento” del “Sibuco alto”[vii], lo que corresponde a la Provincia del Interior Montañoso Central mientras que las estancias se establecen en los llanos aluviales del Río Cibuco.[viii] Aun así el éxodo o abandono de la misma fue significativo como resultado de la falta de esclavos negros. Aspecto de gran relevancia para entender la organización del trabajo en dicho modo de producción. Durante dicho periodo el Capitán Juan Melgarejo, Gobernador y Justicia Mayor de la Ciudad e Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, observó lo siguiente. |
Pese al hecho de que el cronista hace mención de estancias en la región, solo destaca la existencia de criaderos de ganado vacuno y porcino y no menciona los tipos de cultivos. Resulta obvio que muchos de los habitantes optaron por quedarse viviendo en la Ribera del Cibuco aun después del declive de la actividad minera. Tal y como lo evidencia el hecho de que a mediados del Siglo XVII había toda una población dispersa a la cual se le requirió que cumplieran con los preceptos de la iglesia en lo que a asistir a misa se refería. Cuando se celebró el Sínodo de San Juan en 1645, se estableció en la Constitución XII titulada “De la obligación de oir Misa los que residen en los campos” lo siguiente[ix].
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“La Iglesia, y Capellania de Manatí, tiene los Feligreses que viven en aquel contorno, y si no pudieren sustentar el Capellan, declaramos, que deben acudir á la Iglesia del Arecibo, adonde por mayor cercanía, y comodidad suya los agregamos. En la rivera de Toa, hay dos Iglesias con un Capellan, que en cada una asiste medio año, en el ingenio de Doña Violante Ferrer está la una, y la otra en el ingenio de Pedro Moya difunto, á esta Capellania están agregados todos los que viven en la rivera del rio de Toa desde la puntilla, hasta la boca, y ahora agregamos las estancias de la vega de Sibuco, y de Cabo Carigua, con los Hatos, y criaderos de ganado, que están en los cerrillos con distancia de tres leguas.” “…permitimos que donde hubiere población y estancias ó hatos de criadores de treinta vecinos, puedan erigir Iglesia, ó Hermita donde concurran, obligándose á tenerla en pie, y á sustentar un Capellan tres meses del año, que asista el un mes, de quatro en quatro meses, diciéndolos Misa todos los Domingos, y Fiestas de dichos tres meses, pagando los derechos que tocaren á la Parroquia, y acudiendo á cumplir con ella por la Semana Santa.” |
El hecho de que fueran instruidos a efectos de asistir a misa una vez al mes a las ermitas del Valle del Toa evidencia que estos no vivían “mas en comarca” lo que significa que dentro de una legua habitaban menos de cuatro estancieros. La temprana mención de las estancias de “la vega de Sibuco” y de “Cabo Carigua” y de “los hatos y criaderos de ganado de los Cerritos” señalan primero hacia la posibilidad de que dichos hatos figuren entre los primeros en ser otorgados en la región y segundo deja entrever que estos establecían una diferencia entre la región conocida como “la vega de Sibuco” al oriente; y “Cabo Carigua”[x] y “los hatos y criaderos de ganado de los Cerritos” al occidente. Esta diferenciación parece haber incidido en el posterior proceso de fundación del Pueblo de la Vega. Pese al hecho de que estos vivían entre las “comarcas” del Toa y de Manatí, los problemas que confrontaban en la Ribera de Manatí con el sostenimiento del cura no representaban, en esos momentos, una solución al problema. En la Constitución XV titulada “De las Fábricas de las Iglesias” se establece lo siguiente.
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“…permitimos que donde hubiere población y estancias ó hatos de criadores de treinta vecinos, puedan erigir Iglesia, ó Hermita donde concurran, obligándose á tenerla en pie, y á sustentar un Capellan tres meses del año, que asista el un mes, de quatro en quatro meses, diciéndolos Misa todos los Domingos, y Fiestas de dichos tres meses, pagando los derechos que tocaren á la Parroquia, y acudiendo á cumplir con ella por la Semana Santa.” |
Dicha Constitución evidencia que en la región, indistintamente fuera al oriente o al occidente del Río Cibuco, no contaba con 30 vecinos habitando en la misma. La población vivía dispersa y aislada. Setenta y cinco años después, es decir en 1720, se da cuenta de que en la ribera habitaban 20 vecinos.[xi] La economía de los ribereños se basaba en una agricultura de subsistencia; siembra de cultivos y crianza de ganado. Las actividades de contrabando que se registran durante la segunda mitad del siglo, representaban la única actividad comercial de los lugareños. No sin dejar de causar la vigilancia de las autoridades a sus proscritas actividades. El fondeadero de Cibuco en el desolado litoral marino se convirtió en el lugar de intercambio de “mercaderías” y sal de embarcaciones de diversas banderas europeas por productos locales.[xii] Todas las acciones punitivas en contra de los contrabandistas encontraron como obstáculo las condiciones montaraces de la región que le brindaban refugio a los perseguidos. Tal parece que las condiciones favorables para el contrabando que prevalecían alentaron a otras personas a asentarse en la región. De hecho, a finales de la próxima centuria el contrabando seguiría siendo parte de la economía subterránea de los habitantes.[xiii]
El 13 de junio de 1720, Don Pedro Montañez y Lugo redacta el “Memorial de los vecinos de la rivera de la vega y de lo que cada uno a de dar para el bien comun de la fabrica de la casa del pasaje de Palo Seco”. Las contribuciones de los 20 vecinos enlistados oscilan entre los 4 a los 16 reales. Esto evidencia que los vecinos enlistados formaban parte del sector propietario y que posiblemente en la región habitaban otros vecinos desposeídos que no pudieron contribuir económicamente con el proyecto. Aunque estos 20 vecinos son identificados como habitantes de la Ribera de la Vega, la misma debió haber comprendido el vasto territorio que conforma en la actualidad los municipios de Vega Alta y Vega Baja. Sin embargo, entre ellos debieron haber figurado los dueños de las estancias de Cabo Carigua (Cabo Caribe) y de los hatos y criaderos de los Cerritos. Los vecinos identificados por sus rangos militares posiblemente formaron parte de las Milicias Urbanas del Partido de Arecibo.[xiv] Por otro lado, la mención del Padre Vivas como parte de los contribuyentes evidencia que algunos de estos vecinos vivían “mas en comarca” dentro de un área estimada de una legua cuadrada y tenían su propia iglesia. Es decir, que la iglesia y las estancias en cuestión se ubicaban dentro de un área comprendida de 31.4 kms cuadrados. (7.85 kms en cada dirección) La extensión se aproxima a la medida usada por los agrimensores de “township”.[xv]
Resulta de gran importancia para entender el proceso de poblamiento del territorio que en la actualidad comprende el Municipio de Vega Baja, la descendencia de Manuel de Torres Caraballo y Juana del Olmo. A través de la concesión de tierras[xvi] por parte del Cabildo de San Juan, de los Censos y Capellanías[xvii] de la Iglesia Católica y de las transacciones de compraventas llevadas a cabo podemos hacer un acercamiento inicial al régimen de tenencia de tierras durante el Siglo XVIII. Vamos a encontrar cómo a través de alianzas matrimoniales se relacionan varias de las familias de hateros y cómo sus descendientes conformarían parte de la élite del poder durante el Siglo XIX.
La concesión de tierras durante todo el Siglo XVIII, fue una prerrogativa del Cabildo de San Juan. Tal y como se desprende de las solicitudes de tierras que se presentan al mismo por parte de individuos interesados en dedicarse a la crianza de distintos tipos de ganado. Los terrenos solicitados estaban localizados tanto en la Provincia de los Llanos Costaneros del Norte como en la Provincia del Carso Norteño. Entre el 18 de diciembre de 1731 y el 5 de marzo de 1767, se presentaron 5 solicitudes para hatos y criaderos en la Ribera del Cibuco.[xviii] Las menciones de hatos y criaderos en documentos posteriores parecen corresponder a propiedades que se habían adquirido previas a las solicitudes en cuestión. Tal parece haber sido el caso para los Hatos de las Marismas, con sus criaderos de Ceiba y San Vicente, el Hato de Almirante y el Hato de Cabo Caribe.
Con cada solicitud de terrenos se hacía patente la existencia de sitios cuyos nombres correspondían tanto a “características topográficas imborrables” como a la flora de la región. La primera solicitud de terrenos que se lleva a cabo correspondía a la efectuada por Francisco Serrano Bracero, Bartolomé Serrano Bracero, su hijo, y Juan Martín Tirado en el Sitio de la Piedra Redonda. Luego otros ganaderos solicitan terrenos en los sitios de la Quebrada Hicotea, el Algarrobo y las Arenas Blancas. Pese a esto también se verifica la solicitud de terrenos en los hatos conocidos de Yeguada y Almirante. Dichas solicitudes evidencian el carácter comunero de dichos hatos.
Durante la segunda mitad del Siglo XVIII, la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías Apóstol del Partido de Manatí, se beneficiaría tanto de los criadores de ganado como de los estancieros de la Ribera de Cibuco mediante las capellanías. Estas conllevaban en casos particulares la hipoteca de sus propiedades y parece haber sido fundamental para el sostenimiento de la iglesia. Todavía está por estudiarse el papel que pudo haber desempeñado la iglesia en el financiamiento de los agricultores de la ribera. Entre el 16 de febrero de 1756 y el 10 de septiembre de 1800, se registran al menos 11 capellanías. De los cuales 5 de 6 corresponden a estancias localizadas en los sitios de Cabo Caribe (2), Algarrobo (2) y Almirante (1).[xix] (Ver Gráfico Número II)
El 12 de octubre de 1784, el Teniente a Guerra Don Manuel Negrón Maldonado[xx] hipoteca su hato y criadero de Punao por 2,500 pesos y se hace constar que el mismo estaba localizado en el “Pueblo de Manaty”. Al poco tiempo, el 6 de julio de 1789, hipoteca “un terreno” que poseía en el Sitio de Morovis por la cantidad de 190 pesos. Resulta obvio que en ese momento sus propiedades representaban su mayor activo. En la escritura censal de su hato y criadero de Punao este describe la propiedad que estaba hipotecando en los siguientes términos.
“…el Hato, y criadero del sitio de Punao contenido en la Jurisdicion de este Pueblo de Manaty con todos los ganados [roto] bacunos como de cerda que comprehende el ambito de la marcasion de sus linderos: con [roto] una estancia que confina, y hace lindez por la parte de Oriente (Occidente) con la de Clemente Burgos, por la del norte con la de Dn Juan José Otero, por el Este con la de Anto Marrero, y por el Sur donde espira su fondo con el propio Hato de Punao…”
Aun dentro de los terrenos comprendidos por el “Hato de Punao”, el propietario daba cuenta de que tenía una estancia cuyas colindancias detalla. La misma colindaba con las estancias de Clemente Burgos, Don Juan José Otero y Antonio Marrero. La estancia de Don Juan José Otero localizada hacia el norte, parece haber estado enclavada en el Hato de la Yeguada de Don Pedro Otero Pardo. De hecho, este parece haber sido nieto del hatero; hijo de José de Otero y María Morales. El mismo tuvo una vida lóngeva y se asienta su defunción el 28 de diciembre de 1828.
Al menos en 5 de los censos o capellanías registrados en dicho periodo sus tributos fueron destinados a la celebración de misas y responsos. En la capellanía del 15 de diciembre de 1763, mediante la cual Don Manuel de Santiago Maldonado, tío del Teniente á Guerra Don Manuel Negrón Maldonado, hipotecaba su estancia San Francisco de Asís[xxi], localizada en las “margenes de Cibuco [Cabo] Carive en las Riberas de la Bega”, se da cuenta de que el destino del mismo era para la celebración de “tres misas cantadas en lo[s] tres dias de carnestolendas”. En la capellanía del 1 de diciembre de 1779, de Da. Feliciana Martin de una “Estancia en el coto nuevo y citio de Alga[rro]bo”, esta destina el dinero para que se obsequie a la Virgen del Rosario con varias misas y que “la sirva el Pe cura qe fuere de la Y Va de[l] Naranja[l] en su defecto, el cura de Manati”.
Aunque para dicho periodo el culto a la Virgen de la Candelaria y a San Matías Apóstol se había oficializado en la parroquia del Partido de Manatí, la ermita que existía en el lugar donde se construyó la iglesia estuvo bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María. Sin embargo, el culto a la Virgen Dolorosa parece haber tenido un sitial importante entre los devotos manatieños de la época[xxii]. Veamos en detalle la capellanía.
Capellanía de 200 ps de principal mandada [Roto] Feliciana Martin de estado Viuda; y existe la fundacion otorga[da] ante el The a Grra del Partido de la Vega Dn Manl Negron en 1º de Dbre de 1779 as. Se nombra por Patrono la misma fundadora y después de sus dias elige á sus hijos y demas descendtes por su orden y grado á beneficio, y congrua sustentativa de Dn Juan Eusebio [Int.] qn se nombra por Capellan propietario, y si no llegare á ordena[Roto] hijo, ó nieto descendtes según el ordn de costumbre, y en [Roto] vacantes huviere, la sirva el Pe cura qe fuere de la Y Va de[Roto] Naranja[Roto] en su defecto, el cura de Manati, y su redito annual se [cob]rará en esta forma: por cada 100 ps se celebrarán 2 misas rez[adas] el primer año, y el segundo 3, siguiend[o] este orden alternat[Roto]o [Roto]secuencia de la taza sinodal de este obispado; las quales misas celebrará el Capellán á obsequio de la Virgen del Roso donde qui[era] y en cualquier dia del año: no tiene clausula de Testamto por haverse otorgado esta fundacion en vida de la dha Feliciano [Mar]tin; á cuya capella ó Escritura está obligada en [María] de la Soledad Negrón, viuda de Juan Avilés vecino [Roto] y sus fiads Juan Miguel de Torres, Diego [Roto] y [Roto] Baltasar Loz[a]no, y son las Hipotecas co[Roto] [Roto]n asegu[Roto] Her[Roto]an[Roto] Ma[n]zano The á [Gue]rra [Roto]4 [de] Diciem[Roto] está anotada ni le fa[Roto] fi[Roto]as y son[Roto]nes presentes y pr haber, [Roto] principales [Roto] Estancia en el coto nuevo y citio de Alga[rro]bo [Roto] jurisdn y me corresponde la Cappa pr haver mu[Roto] Cappn nombrado y no ha[Roto]er de los demas llamados [Roto]
Esta parece ser la evidencia más antigua del culto a la Virgen del Rosario en nuestro pueblo. Resulta de gran importancia el hecho de que para dicha fecha existía ya una expectativa de que contarían pronto con un cura. Pese a esto, no fue hasta el 1791 que se establece la Ayuda de Parroquia y hasta el 1794 que la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario se establecería como Parroquia independiente de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías Apóstol del Partido de Manatí[xxiii].
Ya desde el 24 de diciembre de 1768, se había establecido el deslinde entre la Ribera de la Vega y el Partido de Manatí.[xxiv] Entre cuyas iglesias había una distancia de “doscientas noventa y nueve cuerdas y cuartas de cuerda que reguladas setenta y cinco cuerdas por legua componen cuatro leguas menos tres cuartos de cuerda”. Entonces el agrimensor designado estableció el deslinde en un punto equidistante entre ambas iglesias “y quedó en cada lado dos leguas menos cuarta y media de cuerda”. Aunque no existe información sobre los criterios que mediaron para haber tomado dicha determinación, me parece que se debieron haber tomado en consideración los hatos o criaderos existentes a ambos lados del terreno que quedó comprendido dentro de cada jurisdicción.
Al hacer un acercamiento a la distribución de los hatos encontramos que los hatos y criaderos de Yeguada, Algarrobo, Pugnado y los Cerritos quedaron bajo la jurisdicción del Partido de Manatí. Quedaron fuera los Hatos de Marismilla, con sus criaderos de la Ceiba y San Vicente, Cabo Caribe y de Almirante. Cuando se mueven los límites del Partido de la Vega hacia el oriente, los Criaderos de la Ceiba y San Vicente del Hato de Marismilla, el criadero de Cabo Caribe y el Hato de Almirante fueron delimitados dentro de la nueva jurisdicción del Partido de Vega Baja. Sin embargo, antes de que se estableciera el nuevo deslinde por el occidente en 1847[xxv] con el Partido de Manatí, los hatos y criaderos serían demolidos como parte de la reforma agraria que había dado inicio desde el siglo anterior.
Entre 1771 y 1778 el fraile benedictino Agustín Iñigo Abbad y Lassierra lleva a cabo una descripción del territorio durante su visita pastoral pormenorizando la descripción del Hato de Marismilla y las condiciones generales que prevalecían en la población; particularmente en lo referente a las condiciones económicas de los lugareños.[xxvi] De igual interés resultan ser los datos provistos por el fraile sobre los vastos depósitos de arena silícea que observó a lado y lado del Camino Real de camino a la Ribera de la Vega desde el pueblo de Manatí. Las marismas o ciénagas son descritas en los siguientes términos.
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“Después de la ribera de Toa Baja hacia el noroeste hay una llanura de tres leguas, que llaman las Marismas, la cual en tiempo de lluvias se inunda con las aguas que bajan de una cordillera de cerros que corren a su mediodía, y como no tienen salida por estar el terreno levantado en su circunferencia, se van extendiendo las aguas hasta formar una laguna de dos o tres leguas, la cual necesitan vadear todos los que van o vienen de la Ciudad por esta banda del norte de la Isla con grande trabajo y no poco peligro. Entonces se ven sobre las aguas multitud de garzas, miguelillos, zaramullos, gallaretas y otras aves acuatiles, hasta que pasada la estación de las lluvias llega a secarse y queda una pradería vistosa, llena de abundantes pastos adonde salen los ganados de los bosques a pasar la noche, volviéndose de día a buscar abrigo contra los ardores del sol en la sombra de los árboles.” |
Observa el religioso que tanto en Marismilla como en “el territorio de Arenas Blancas” se criaba ganado en grandes cantidades. El religioso veía dicha práctica agrícola con desdén y hace énfasis en “…la calidad y buena disposición de la tierra para la siembra de frutos…”. De hecho, presenta una lista de los árboles frutales que observó en la región durante su recorrido aunque no informa sobre si se sembraban hortalizas y farináceos. Resulta de interés su mención de la siembra de árboles de naranjos (chinas) toda vez que el uso posterior de Villa del Naranjal como cognomento del Partido de Vega Baja sugiere el énfasis en la siembra de dicha fruta durante dicho periodo.
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“Toda esta llanura y sus inmediaciones pertenecen a un solo dueño, con algunos miles de cabezas de ganado de todas especies, que se crían en ellas, que en otras manos seria mucha riqueza; pero a este poseedor no han podido extraerlo de la obscuridad y pobreza.”
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Pese a la gran riqueza que representaba el ganado que se criaba en los hatos y criaderos de la región, el religioso enfatizaba en que “…los que pueblan sus riberas son de los más pobres de la Isla…” Contradictoriamente comenta sobre el Hato de Marismilla lo siguiente.
Entre los años de 1783 y 1810, se observa un gran movimiento de compra venta que parece estar relacionado con el proceso de demolición de los hatos. Durante dicho periodo se registran 15 transacciones de “parte de posesión de criadero” (5), “estancias” (5), “pedazo de terreno” (4) y “cuerdas” (1).[xxvii] Dichas transacciones se llevan a cabo con propiedades que hemos identificado a base de las personas envueltas en las transacciones como localizadas en el Criadero del Almirante (5), Criadero de Cabo Caribe (4), Barrio Río Morovis (3), Criadero de la Ceiba (2) y Sitio de Algarrobo (1). De hecho, ya para el año de 1800 el Alcalde Ordinario Don Juan Correa Ortiz informa que los Criaderos de Almirante y Cabo Caribe habían sido demolidos y que se habían “agregado por estancias”.[xxviii]
Si algo llama la atención sobre las personas que figuran como propietarios durante el Siglo XVIII es que todos formaban parte de familias criollas entre las cuales, en mayor o en menor grado, existían relaciones de parentesco, ya fueran consanguíneas o por afinidad (compadrazgo). Mediante matrimonio se entrelazaban las familias propietarias y mantenían, de esta manera, un hermetismo que no permitía la movilidad entre las diversas clases sociales. Dicha élite no solo aseguraría la permanencia de la clase por generaciones si no que mantendría tanto el control económico como político demostrando una gran capacidad para evolucionar en la medida en que las relaciones sociales de producción cambiaban.
Serían los descendientes de los hateros (hacendados, comerciantes y profesionales) que surgen con el desarrollo de la agricultura comercial, los que se mantendrían en pugna por el poder durante todo el Siglo XIX; mantendrían la circulación de la mercancía producida y el sistema administrativo necesario para garantizar el control hegemónico de la clase. Durante dicho periodo se observarán los conflictos que les causan los inmigrantes asturianos, catalanes y gallegos al penetrar tanto la esfera de la producción agrícola como el comercio favorecidos políticamente por el gobierno colonial.
Las familias de Diego Sánchez y Constanza de Arroyo; Thomas Martin Vergara y Rosa de Santa María Caraballo del Olmo; Francisco Favares y Elena Serrano; Don Manuel de Torres Caraballo y Doña Juana del Olmo, habitaban en la Ribera de la Vega desde principios del Siglo XVIII y sus descendientes figuran como propietarios. Vamos a ver cómo durante cinco generaciones de descendientes del matrimonio de Don Manuel de Torres Caraballo y Doña Juana del Olmo se van a registrar alianzas matrimoniales con descendientes de las otras familias y de otros Señores de Hatos de la región. Ya para el 21 de julio de 1691, este vivía en la “Rivera de San Felipe de Arecivo”. Figura entre los vecinos de la ribera que hacen su aportación “…para la fábrica y carenas de las dos embarcaciones de su magestad que se allan en este Puerto…” Ostentaba el rango de alférez en la Compañía de Milicias Urbanas. El hecho de que dona “una aroba de sebo” sugiere la posibilidad de que se dedicara a la crianza de ganado. [xxix]
Cuando se lleva a cabo el alarde del 17 de julio de 1700, se da cuenta de que el Alferez Manuel de Torres Caraballo era parte “…de la Compañía de milicias de la rivera de San Felipe de Arecibo, que servía el Capitán Cristóbal Sánchez Páez y hoy la gobierna su alférez.”[xxx] Para el 13 de junio de 1720, este había alcanzado el rango de Capitán y figura entre los “…vecinos de la rivera de la Vega…” que aportaron dinero para la “…fábrica de la casa del pasaje de Palo Seco”.[xxxi] El 8 de agosto de 1759 se enlista como Capitán Retirado entre “…los vecinos del pueblo de Manaty…” que aportaron en la reconstrucción de la iglesia.[xxxii] Lo que sugiere que tenía para la fecha alrededor de 84 años.
La lista de los “…vecinos de la rivera de la Vega…” que aportaron dinero para la “…fábrica de la casa del pasaje de Palo Seco” del 13 de junio de 1720, nos facilita la identificación de 20 vecinos y de al menos 19 familias viviendo en la vasta región. Entre las cuales ya encontramos a Thomas Martin y Manuel Caraballo viviendo hacia el oriente de la ribera. Tal parece que el poblamiento de la Rivera de la Vega se verifica mediante migraciones internas a principios del Siglo XVIII. Pese a esto la presencia de Félix Bernal del Pino evidencia la temprana migración canaria a la región. [xxxiii]
Las familias más antiguas se establecen en las extensas llanuras aluviales y en los llanos arcillosos de las provincias de los llanos costaneros y del carso. Particularmente en el Hato de Cabo Caribe, en el Hato de Almirante y en el Sitio de la Piedra Redonda. A lo largo de la centuria se observará como mediante la concesión de tierras para hatos y criaderos el territorio que posteriormente sería definido como el Partido de Vega Baja quedó segregado en al menos 12 hatos y criaderos grandes, medianos y pequeños. Una vez se inicia el proceso de demolición de los hatos se observará que entre las personas involucradas se encuentran individuos que aunque en ese momento ejercían posiciones de poder político sus familias no figuraban entre los propietarios del partido.
Como ya anotamos, para el 5 de octubre de 1800, el Alcalde Ordinario Juan Correa Ortiz (1758-1811) da cuenta al Gobernador Intendente y Capitán General que los hatos de “Cavocarive” y de Almirante ya habían sido demolidos y que las nuevas estancias habían sido agregadas al Padrón de Tierras del partido. De igual modo da cuenta de que “Tambien se han agregado once caballerías y media del hato de Punado que anteriormte se hayaban anotadas en el Padron de Manati, y con parecer de aquel Tene a Grra se han rebaxado de aquel y puesto en este por estar comprehendidas en esta jurisdicion;” Ya para dicha fecha el territorio que conformaría el municipio en formación se encontraba delimitado de forma incipiente. Tal y como refleja la aserción del Alcalde Ordinario en el sentido de que las mismas estaban “…comprehendidas en esta jurisdicion;”
Pocos años después, el 22 de marzo de 1809, el Teniente á Guerra don Manuel Negrón Maldonado en respuesta a información recabada por el Gobernador y Capitán General sobre la extensión del partido, le informa que Dn. Jph Maisonet se encontraba comisionado en la tarea de demolición de los hatos y criaderos que en su opinión “…deben pertenecer a este Partido.”[xxxiv]Resulta obvio que la primera autoridad militar del partido se refiere a los hatos y criaderos localizados hacia el sur del territorio. Sobre el particular este apunta lo siguiente.
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“Que haviendo principiado a hacer mi mensura y hecho los carculos correspondientes, me encuentro que por la parte del Norte de esta Ygla y Poblacion me queda el hato dela Yeguada sin conocimto delo que en [roto] parte me pertenece por falta de deslinde; y por el Sur en igual linea ó por mejor deciguar paralelo, me quedan los hatos y criaderos, de Franques, Barahona, Morovis, San Lorenzo, los Barros, y el Pasto, que indisputablemente por su situacion deben pertenecer a este Partido, como han pertenecido las Perchas que estan en la misma Linea.” |
Entendía que dichos hatos y criaderos debían pertenecer al Partido de Vega Baja debido a que se encontraban en una “situación” idéntica a la del Hato de Perchas, el cual siempre ha pertenecido al mismo. Además, entendía que la escisión de dicho territorio del Partido de Manatí no afectaría en nada al mismo debido a “su opulencia”. Ya que “…quasi no estan Poblados estos hatos y criaderos relacionados sino amui pocos vecinos.”
La demolición de los hatos y criaderos era considerada como una medida necesaria para el “bien común” del partido. La discusión del asunto tomó un orden prominente entre los asuntos que discutió la Corporación Municipal. Cuando se constituyó el primer Cabildo Constitucional y durante el cabildo celebrado el 2 de enero de 1813, se da cuenta de que el desarrollo agropecuario beneficiaría el “herario ppcc” (Erario público).[xxxv] Pese a esto, seguían encontrando oposición de los hateros. Toda vez que el problema se trae a colación en el momento en que se discute la necesidad de demoler el Criadero de la Ceiba, parece ser que los comisionados se referían a los intereses hateros representados por los dueños comuneros del mismo. En el acta correspondiente se apunta lo siguiente.
“En seguida expusieron los mismos Comisionados que dicho Criadero de San Vicente y todo el terreno llamado de la Seiba hasta la voca de Sibuco, que es parte del Hato de la Marisma es indispensable se desmonte pa quitar con su apertura las aguas pantanosas que infectan la admophera y causan graves perjuicios á la salud ppca de este vecindario y al mismo tiempo seria un manantial de riqueza todo dicho terreno dedicado al pasto y al cultivo de donde resultaríapresisamente una cria y ceba incalculable de ganado y una enorme porción de frutos que sobre dejar bien pagados los sudores y fatigas del labrador ingresarían al Herario ppco sumas también incalculables; y que sin aventurar juicios sino con unas ideas rectas y bien fundadas [Ilegible] durante la cemtiplicacion; pero hay el obstáculo de que [Ilegible] ya estos Hatos y encaprichados algunos dueños [Ilegible] asi por sus ideas particulares se oponen al bien común que queda indicado, y ala voluntad de muchos mas dueños en numero que dóciles á la razón pueden y aun anhelan por la demolición de dichos Hatos.”
La renuencia de los dueños del Criadero de la Ceiba a demoler el mismo no solo representó un obstáculo a las instrucciones recibidas por el Cabildo de Vega Baja, si no que parece que los propietarios ejercieron sus influencias políticas con el Cabildo de San Juan y con el Gobernador Salvador Meléndez Bruna para obstaculizar las mismas. Nos parece que el aval de Don Antonio María Dávila Bonilla como Alcalde Constitucional por parte del Gobernador, después de anular los resultados de dos elecciones previas, podría guardar relación con la problemática descrita.[xxxvi] Debido a que familiares y parientes de este eran parte de los propietarios del Criadero de la Ceiba. Resulta obvio que las mismas familias que usufructuaron los hatos y criaderos se beneficiaron de la demolición de los mismos. Por eso es que vamos a encontrar las haciendas Rosario y Carmelita en los antiguos terrenos del criadero de la Ceiba, establecidas por Don Antonio María Dávila Bonilla (Hacienda Rosario) y Antonio de Jesús Dávila Ramírez (Hacienda Carmelita), respectivamente.[xxxvii]
Si bien se iban delimitando los lindes del Partido de Vega Baja con los colindantes partidos de Vega Alta y de Manatí, todavía no existía entre los miembros del Cabildo una idea sobre cuáles debían ser los lindes de los barrios que conformaban el partido. Cuando el Alcalde Ordinario Don Antonio María Dávila Bonilla pasó revista de las 3 Compañías de Milicias Urbanas de Infantería el 25 de julio de 1817, se hizo constar el nombre de los 4 alcaldes de barrio de la jurisdicción. Los barrios mencionados fueron los siguientes. Bayajas, Almirante, Rio Arriba y Sibuco-Yeguada.[xxxviii] Con la excepción de Almirante y Yeguada, los mismos no guardan proporción alguna con los hatos y criaderos conocidos para entonces. Esto podría sugerir una relación entre la designación del Alcalde de Barrio y la densidad demográfica o con la ubicación geográfica de los “barrios” con relación al pueblo o la “comarca”.
Entre el 26 de febrero al 31 de mayo de 1821, se lleva a cabo el deslinde entre el Partido de Morovis y el Partido de Vega Baja. Pese al reclamo insistente del Teniente á Guerra Don Manuel Negrón Maldonado, los hatos y criaderos localizados hacia el sur fueron delimitados como parte del territorio del nuevo partido.[xxxix] Inclusive, el Hato de las Perchas, el cual colindaba con el Partido de Coamo; y el vecindario de Unibón formaron parte del territorio que fue escindido del Partido de Vega Baja.
La división del territorio en sub-unidades o barrios fue resultado de las nuevas medidas administrativas y electorales implantadas después de la aprobación de la Constitución de Cádiz en 1812.[xl] Tal parece que la división de los barrios del oeste del partido se llevó a cabo sin que se hubiese formalizado el deslinde que había suplicado Don Manuel Negrón Maldonado años antes. De hecho, la muerte le sobreviene el día 5 de abril de 1821.[xli] En el “Padrón del Subsidio de Vega Baja para el año próximo entrante 1827” se agrupan por segunda ocasión los contribuyentes a base de sub-unidades o barrios.[xlii] En el mismo se enlistan los barrios Pueblo, Cavocarive y Cerrito, Algarrobo y Punado, Yeguada y Sibuco; de la Ceiba y Sur de Sibuco; Almirante del Norte, Almirante del Sur y Río Morovis. Resulta obvio que para llevar a cabo las divisiones tomaron en consideración la extensión de los demolidos hatos y criaderos de la jurisdicción y de algunos rasgos topográficos “imborrables”; como fue el caso del Río Morovis. De acuerdo al Censo de Población de 1820, en el Partido de Vega Baja había 2,180 habitantes con una densidad demográfica de 46.7 habitantes por milla cuadrada.
El empadronamiento conjunto de vecinos habitando en dos sub-unidades o barrios distintos evidencia la baja densidad demográfica de los mismos. De acuerdo a las contribuciones impuestas, en las sub-unidades o barrios del Pueblo, Cavocarive y Cerrito; y Ceiba y Sur del Río Sibuco, vivían los principales contribuyentes del partido.
Durante el Reparto de Gastos Públicos de 1844, las sub-unidades o barrios seguían siendo básicamente las mismas.[xliii] Sin embargo se observa que Cibuco se separa de Yeguada y junto a las Marismas es agregado a la Ceiba. El Sur del Río Cibuco, el cual se había empadronado con la Ceiba, se va a empadronar solo. El Río Morovis se dividiría entre Río Arriba y Río Abajo. Estas debieron de haber sido las sub-unidades o barrios al momento de la formalización del deslinde entre el Partido de Vega Baja y el Partido de Manatí. De acuerdo al censo de 1837, en el partido habitaban 3,585 habitantes. Lo que representa una densidad poblacional de 76.79 habitantes por milla cuadrada.
Cuando Don Manuel Ubeda y Delgado publica en 1878 su obra “Isla de Puerto Rico: Estudio Histórico, Geográfico y Estadístico de la misma”[xliv], Pugnado aparece dividido como Pugnado Afuera y Pugnado Adentro; Yeguada como Yeguada Oriental y Yeguada Occidental; desaparecen las Marismas y Sur del Rio Cibuco; y surge Quebrada Arenas. La población había aumentado a 8,901 habitantes. Con una densidad de 190.68 habitantes por milla cuadrada. Posterior a esto el único cambio que se observa es que surge Puerto Nuevo por Yeguada Oriental y se mantiene Yeguada hacia el occidente del litoral marino.
Al llevar a cabo una conversión de la extensión de los barrios por cuerdas a caballerías hemos establecido una relación de los demolidos hatos y criaderos por tamaño en correspondencia a los parámetros que se establecen en el 1775 por el Cabildo de San Juan.[xlv] El Hato de Pugnado parece haber incluido el Criadero de Algarrobo y el actual barrio de Quebrada Arenas. De acuerdo a los criterios de la época, éste era el único hato de tamaño grande del partido de 74 caballerías con 29.3 cuerdas. Seguido por el Hato de Almirante, de tamaño mediano, de 28 caballerías con 103.4 cuerdas. El resto de los hatos y criaderos eran de tamaño pequeño.
El barrio de Río Morovis (Río Abajo y Río Arriba) probablemente representó una zona de amortiguamiento entre los hatos de Almirante y Pugnado. Los hatos y criaderos de tamaño pequeño estuvieron localizados en su totalidad en la Provincia de los llanos costaneros del norte. Va a ser precisamente en los terrenos donde se establecieron los hatos y criaderos pequeños donde se va a experimentar el mayor desarrollo económico del partido con el desarrollo de haciendas como unidades de producción de productos agrícolas comerciales. Los barrios Cabo Caribe y Ceiba serían el epicentro de dicho desarrollo.
La ciudad fue la instancia administrativa que estableció el imperio español en América. No sería hasta el Siglo XIX, como resultado de los cambios introducidos como resultado del surgimiento de una monarquía constitucional que surge la necesidad de establecer los linderos tanto externos como internos de los partidos que conformaban la colonia. Las sub-unidades o barrios surgen como resultado del proceso de reformas administrativas y políticas dirigidas a aumentar las imposiciones contributivas y los controles electorales. La ausencia de una idea de la extensión del territorio del partido los llevó a buscar referentes históricos y geográficos para poder definir el mismo.
Es de esa forma que vamos a encontrar como la extensión de los antiguos hatos y criaderos recién demolidos servirían de referente para definir la idea de las sub-unidades o barrios y su extensión. Durante la primera mitad del Siglo XIX se va a observar unas variantes que si bien correspondían a las extensiones originales de los hatos y criaderos, la densidad demográfica parece haber incidido en los agrupamientos. Por eso es que se sub-dividen algunas de las áreas originalmente delimitadas aunque posteriormente se reagrupen. En los únicos casos donde se usaron como referencia rasgos topográfico “imborrables” para identificar las sub-unidades o barrios, fue en los casos del Río Morovis, el cual eventualmente se sub-divide y cambió al nombre de Río Abajo y Río Arriba; y de Quebrada Arenas, que parece haber conformado parte del Hato de Pugnado. Me parece que la mención del barrio de Rublo por Pedro Tomás de Córdova, se trató de un error del funcionario gubernamental.[xlvi]
Notas al calce
[i] Murga, Monseñor Vicente. Historia documental de Puerto Rico. Volumen II. El juicio de Residencia, moderador democrático: Juicio de Residencia del Licenciado Sancho Velázquez, Juez de Residencia y Justicia Mayor de la Isla de San Juan (Puerto Rico), por el Licenciado Antonio de la Gama (1519-1520). Sevilla, 21 de diciembre de 1956. 568 páginas.
[ii] “El pleito por indios de encomienda entre el ex – contador Antonio Sedeño y el contador Miguel de Castellanos. Puerto Rico – 1527. Edición, introducción y notas Ricardo E. Alegría. Cuadernos de Etno – Historia – I. Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. San Juan de Puerto Rico. 1993. 180 páginas.
[iii] Murga, Monseñor Vicente. Ob. Cit.
[iv] Moscoso, Francisco. Lucha agraria en Puerto Rico: 1541-1545. Un ensayo de historia. Ediciones Puerto. Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan. 1997. 246 páginas.
[v]Las hordenancas (para el) tratamiento de los indios. AGI. Indiferente General, Legajo 419, Libro 4. En Alegría, Ricardo E. Editor. Documentos Históricos de Puerto Rico. Volumen I. 1493-1516. Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan. 2009.
[vi] Las hordenancas (para el) tratamiento de los indios. Ob. Cit.
[vii]Memoria y descripción de la Isla de Puerto Rico mandada a hacer por S.M. el Rey Don Felipe II en el año 1582 y sometida por el Ilustre Señor Capitán Jhoan Melgarejo, Gobernador y Justicia Mayor en esta Ciudad e Isla. Tomada del Boletín Histórico de Puerto Rico ed de Cayetano Coll y Toste, San Juan, Puerto Rico, 1914, Vol. I pps. 75-91.
[viii] Sued Badillo, Jalil. El dorado borincano: la economía de la conquista (1510-1550). Ediciones Puerto. San Juan, 2001. Pp. 332-337. 515 páginas.
[ix]López de Haro, Damián. Sínodo de San Juan de Puerto Rico de 1645. Centro de Estudios Históricos del CSIC. Instituto de Historia de la Teología Española de la UPS. Madrid-Salamanca. 1986.
[x] El topónimo Cabo Carigua, actual barrio de Cabo Caribe, se registra desde mediados del Siglo XVII. Muchos investigadores han especulado sobre el origen del nombre sin haber llegado a una conclusión definitiva sobre su origen. En primera instancia, en la documentación histórica del Siglo XVI se da cuenta de que Guacabó era el cacique del Sebuco. Si tomamos en consideración que el vocablo guacabó se compone del prefijo gua (agua) seguido de la raíz cabo o c-abo (río) se podría inferir que el vocablo que sirve de nombre al cacique guardaba relación con el entorno geográfico donde vivía. El cual se caracterizaba por las grandes extensiones de ciénagas, cuerpos fluviales y lacustres. Sin embargo, el vocablo carigua, de origen Gayón Hacarygua, etnia a la que pertenecen las tribus caquetíos y cuybas que vivían en el actual estado Portuguesa de Venezuela, proviene del vocablo indígena «Akaregua» que significa Akare (Caimán) y gua (Agua), es decir, «Lugar de Caimanes». La raíz “gua” la encontramos en ambos vocablos. Lo que evidencia que ambos dialectos pertenecían al tronco lingüístico arahuaco. Tenemos que ampliar la investigación para determinar si la voz carigua se registra en Puerto Rico previo a la fundación de la ciudad de Acarigua el 29 de septiembre de 1620 o en su defecto se registra en la toponimia de Ribera del Cibuco como resultado de la presencia de religiosos venezolanos durante el Siglo XVII. De todas maneras el topónimo “Lugar de caimanes” resulta de gran interés para el estudio de la fauna herpetológica autóctona.
[xi] “memorial de los vecinos de la rivera de la vega y de lo que cada uno a de dar para el bien común de la fábrica de la casa del pasaje de Palo Seco. Memorial de don Pedro Montañés y Lugo, 13 de junio de 1720. AGI, Escribanía de Cámara 129 A.”
[xii] López Cantos, Angel. Historia de Puerto Rico: 1650-1700. Escuela de Estudios Hispano-americanos de Sevilla. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sevilla, 1975. 426 páginas.
[xiii] Domingo Negrón era abuelo paterno del Teniente á Guerra Don Manuel Negrón Maldonado. Figura entre los amotinados de Ponce. Moscoso, Francisco. La sublevación de los vecinos de Puerto Rico: 1701-1712. Ediciones Puerto. San Juan, 2012. Página 11. 150 páginas.
[xiv] Lista general de las tres Compañías de Milicias Urbanas de Ynfantería del Pueblo de Vega – baxa formada en la Revista de 25 de julio del presente año de 1817. Fotocopia en el archivo del autor.
[xv] La medida del agrimensor “Township” equivale a 36 millas cuadradas. Es decir 23,040 acres.
[xvi] Tanto Don Joaquín Navedo Vega como Don Pedro Vicente de la Torre fueron comisionados por el Cabildo de San Juan para llevar a cabo el repartimiento de terrenos realengos.
[xvii] Wobeser, Gisela Von. La función social y económica de las capellanías de missas en la Nueva España del Siglo XVIII. Fotocopia en el archivo del autor.
[xviii] Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico (1730-1750). Segunda edición. San Juan, Gobierno de la Capital. 1966.
[xix] Censos de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías Apóstol: 1762 – 1944. Transcripción y anotaciones por Carlos M. Ayes Suárez, Manatí, 2003.
[xx] Escritura de $2500 de principal, á favor de la Archicofradía de Ntra Sra de los Dolores de cuyo redito está obligado Dn Manuel Negrón de Vega-baja. 12 de octubre de 1784. Fotocopia en el archivo del autor.
[xxi] Don Manuel de Santiago Maldonado Hernández nació en el Partido de Arecibo. Era hijo de Pedro Maldonado de León y Beatriz Hernández. Contrajo matrimonio con Feliciana Martin Vergara el 14 de febrero de 1722 en la Catedral de San Juan. Su cónyuge era de San Germán.
[xxii] En el retablo de la cruz de atrio de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías Apóstol, se esculpió un relieve de la Virgen Dolorosa. Dicho monumento que estuvo ubicado hacia el poniente de la iglesia, fue relocalizado al cementerio de El Polvorín en 1878, donde se conserva aún.
[xxiii] El 1 de febrero de 1794, el obispo Francisco de la Cuerda y García promueve las dos iglesias de Espinoza y de El Naranjal como “parroquias” independientes de la Iglesia de la Virgen de la Candelaria y San Matías Apóstol de Manatí. AGPR. FGE; Serie: Asuntos Políticos y Civiles, Visitas 1824-77, caja 191. Al menos de la Iglesia de El Naranjal era “ayuda de parroquia” de la de Manatí desde el 29 de abril de 1791.
[xxiv] Copia del espediente de demarcación de la línea divisoria de los territorios de Vega baja y Manatí. Legajo 1847. Expediente 4. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.
[xxv] Copia del espediente de demarcación de la línea divisoria de los territorios de Vega baja y Manatí. Ob. Cit.
[xxvi]Abbad y Lasierra, Fray Agustín Iñigo. Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Estudio preliminar de Isabel Gutiérrez del Arroyo. Editorial Universitaria. Río Piedras. 1979. 320 páginas.
[xxvii] Relación individual del importe de las ventas de Estancias que se han hecho desde el año de 1795 hasta 1810, como se previene en Oficio de 19 de febrero ultimo, por el Señor Gefe Politico Superior; cuya relación se forma por el mismo orden en que se hayan Protocoladas las Escrituras, que es en la forma siguiente= Fotocopia en el archivo del autor.
[xxviii] Carta de Juan Correa al Gobernador Yntendente y Capitán General del 5 de octubre de 1800. Fotocopia en el archivo del autor.
[xxix] “Memorial de los frutos, reses, y dinero que dan entre los vecinos de los partidos de esta Ysla para la fábrica y carenas de las dos embarcaciones de su Magestad que se allan en este Puerto carenando las de firme son las siguientes”. 21 de julio de 1691. AGI. Escribanía de Cámara, 125 A. En “Hereditas”. Revista de Genealogía Puertorriqueña. Volumen 6, Número 2. Año 2005. Pp. 48-54.
[xxx] Relación de la gente efectiva que tienen las compañías veteranas de la dotación de esta plaza como parece por muestra que mandó pasar en primero de julio de este presente año de 1700, su señoría el señor el Maestro de Campo de Infantería Española D, Gabriel Gutiérrez de Riva, caballero del orden de Santiago, gobernador y capitán general de esta ciudad e isla de San Juan de Puerto Rico por su Majestad (que Dios guarde) que se siguen por su orden. AGI Santo Domingo-543. Cartas y Expedientes del Gobierno de Puerto Rico desde 1662 a 1706. AGI-Rollo 18, Folio 530, 17 julio 1700.
[xxxi] “memorial de los vecinos de la rivera de la vega y de lo que cada uno a de dar para el bien común de la fábrica de la casa del pasaje de Palo Seco. Memorial de don Pedro Montañés y Lugo, 13 de junio de 1720. AGI, Escribanía de Cámara 129 A.”
[xxxii] Carta del Gobernador de PR a Arriaga del 08 de ago de 1759 Dando cuenta de los piadosos esfuerzos con que intentaron reedificar su iglesia los vecinos del pueblo de Manatí a su costa, y acompaña los autos de la competencia subsitada entre el Obispo y su jurisdicción para la intendencia de la obra. AGI – Santo Domingo 2285 Reales Cédulas sobre mercedes, multas, indultos y penas de cámara.
[xxxiii] En el acta de matrimonio de Félix Bernal del Pino con María del Rosario Rodríguez, celebrada el 28 de marzo de 1717 en la Catedral de San Juan se anota que el contrayente era hijo de Pedro Bernal Palmes y Blasina Francisca del Pino y que era oriundo de Tenerife, Islas Canarias. En Acosta, Ursula. “Catálogo de Matrimonios Catedral de San Juan, Puerto Rico: 1653-1725”. Folio 396. San Juan, 1991.
[xxxiv] Comunicación del 22 de marzo de 1809 de Don Manuel Negrón Maldonado al Gobernador. AGPR. FGE. Serie: Municipios. Caja: 598.
[xxxv] Primer libro de Actas del Ayuntamiento (1812-1836), sesión del 2 de enero de 1813. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.
[xxxvi] Primer Libro de Actas del Ayuntamiento (1812-1836). Sesiones del 20 de septiembre de 1812; 26 de diciembre de 1813; 31 de diciembre de 1813; y 6 de enero de 1814. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.
[xxxvii] Hemos observado que los criaderos y estancias del Siglo XVIII eran identificados con nombres del santoral católico y que durante el periodo de la agricultura comercial entre los Siglos XVIII y XIX era común el uso de las cónyuges de los hacendados como nombres de las mismas.
[xxxviii] Lista general de las tres Compañías de Milicias Urbanas de Ynfantería del Pueblo de Vega – baxa formada en la Revista de 25 de julio del presente año de 1817. Fotocopia en el archivo del autor.
[xxxix] Hernández, Wilhem. Morovis en la Isla: los orígenes del pueblo, 1815-1830. Volumen I. Gobierno Municipal de Manatí. Morovis. 1996. 181 páginas.
[xl] Torrech San Inocencio, Rafael A. Los barrios de Puerto Rico. Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Colección Dr. Arturo Morales Carrión. San Juan. 1998. 190 páginas.
[xli] Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Vega Baja. Libro II de Defunciones. Folio 351. Partida 612.
[xlii] Padrón del subsidio de Vega Baja para el año próximo entrante 1827. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.
[xliii] Reparto de gastos públicos 1844. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.
[xliv] Ubeda y Delgado, Don Manuel. Isla de Puerto Rico: Estudio histórico, geográfico y estadístico de la misma. Establecimiento tipología del Boletín. Puerto Rico. 1878. Pp. 139-141.
[xlv] Informe del Cabildo de San Juan al Rey, dándole noticia de la situación de la propiedad en la Isla. Año 1775. Boletín Histórico de Puerto Rico, Tomo I, pp. 262-269.
[xlvi] Córdova, Pedro Tomás. Memorias Geográficas, Históricas, Económicas y Estadísticas de la Isla de Puerto Rico. Tomo 2. Ediciones Borinquen, Editorial Coquí, San Juan de Puerto Rico, 1968. Primera Edición 1831. Pp. 90-94.