
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Anoche hubo otra actividad en la Plaza de Recreo de Vega Baja a favor de la liberación de Oscar López. Este issue, no es un asunto político, es humano.
No voy a poner de ejemplo a ningún independentista ni a ningún popular que respalde su indulto que de acuerdo a la creencia general, son los más apegados a las causas liberales. Los principales líderes estatales y municipales del Partido Nuevo Progresista se han unido con anuncios y apoyo escrito para ese puertorriqueño que está encarcelado de por vida.
Oscar es un anciano. No hay nada que señale que aun siendo cierta una vida pasada con creencia en algún tipo de método ilegal para obtener una ventaja o lograr objetivo para su creencia, pueda repetir o magnificar acciones de destrucción contra la vida y propiedad ajenas.
El nombre de Oscar López es como la mosca que molesta detrás de la oreja. En este caso, el asunto perturba la conciencia de muchos puertorriqueños, al menos, los que la tienen. Y somos la mayoría los que tenemos que continuar luchando por la reconciliación de Puerto Rico en este asunto.
Desde el punto de vista bíblico, para los que son cristianos, debemos suponer, aun cuando fuera falso el hecho de la participación delictual, que Oscar es el hijo pródigo de esta tierra y merece dársele la fiesta de regreso al mundo que vivimos en la libre comunidad. Todo esto es simbólico, la fiesta de regreso es el indulto porque de otra manera pudiera salir en una bolsa o un ataúd sin poder ver los cambios históricos materiales y espirituales que la sombra de la prisión le han impedido.
El asunto no es si Oscar López cometió los delitos que se le imputaron. Lo cierto es que es una verdad histórica y oficial, constatada por documentos y testimonios la persecusión de independentistas por parte de los burócratas del estado, los que tenían el poder entre sus manos para tomar decisiones inmerecidas, unilaterales y sin el beneficio de un juicio justo e imparcial hasta llegar a la ejecución de personas que que destacaren en la defensa de la independencia de Puerto Rico. Muchos de ellos nunca fueron detenidos para investigación. Fueron ejecutados o desaparecidos tipo mafia. A otros les destruyeron sus relaciones familiares, les impidieron trabajar, dañaron sus récords personales y les pusieron una señal privada y pública como el carimbo de los esclavos o la Estrella de David a los judíos en tiempos del poderío de los alemanes.
La persecusión fue instituída y permitida por el estado a través de funcionarios y empleados que por iniciativa propia, servilismo u obediencia jerárquica cometieron estos delitos contra los ciudadanos que pensaban distinto a las mayorías aplastantes.
Cuando esta historia se analiza, no puede verse de un solo lado. Aun en el supuesto de la comisión de delitos, constitucionalmente se garantiza la rehabilitación social y tanto el gobierno federal como el local emplean gran parte de su presupuesto a eso. Pero ¿que pasa cuando la «rehabilitación» es evidente? ¿Tiene Oscar López que seguir tratando de rehabilitarse cuando ya lo habría logrado de acuerdo a los mismos términos del estado y posiblemente aun sin ser necesario que lo hiciera?
Hay quienes piensan en Oscár López como un victimario. Si lo fue, evidentemente ya no lo es, pero aun así, tengo dudas si alguna vez lo fue. En la época que se le atribuye conspiración -no hechos específicos de daños a seres humanos- denunciar a un independentista era misión de vida de algunos, como los caza nazis de la posguerra. Para Oscar López dar su tiempo a su causa era su norte y para los intolerantes que los perseguían, esa era la suya. La verdad no se buscaba, sino prevalecer y eliminar a la independencia como una razón política.
La encarcelación de Oscar López rebasa la de Mandela por similares razones y se dió en un sistema parecido a la situación de la época de Oscar. Eso lo entendieron en el Siglo XIX las autoridades españolas cuando dieron una amnistía general a conspiradores del Grito de Lares. Gobernadores y presidentes como Luis Muñoz Marín, Jimmy Carter y Bill Clinton también se pusieron a disposición de la justicia humana cuando otorgaron indultos a independentistas acusados y convictos.
El indulto es también una ley, como lo fue la que fue condenó a Oscar López. Pero ese poder del perdón presidencial emana de la Constitución de los Estados Unidos, que es la ley suprema que nos rige. «Mas grande que grande», como cantaría Ednita Nazario. Si aspiramos a tener lo más, tiene que ser que Barrack Obama indulte a Oscar López.
Estamos perdiendo el tiempo defendiendo la libertad de Oscar López, porque esto nos distrae de ocupar nuestro tiempo en otras luchas sociales menos claras. Las personas de inteligencia y sensibilidad también merecen un espacio de reposo al saber que se habrá hecho justicia en no prolongar una condena larga e inhumana en un sistema que tiene integrado el amor al delincuente dentro de sus leyes: «Odia al delito, compadece al delincuente»; esto aparecía inscrito en el frontispicio de nuestras viejas cárceles masivas.
Esto debiera haber sido resuelto hace años. Dentro de su celda, ni él ni nadie se beneficia. Si se libera a Oscar López, todos habremos ganado esta innecesaria batalla social.