Corrupción

MIGUEL OJEDA 2014Por Miguel A. Ojeda Trinidad

Corrupción es una mala palabra. Es el adjetivo que los políticos no quieren que se tenga sobre su desempeño. Es el sustantivo que marca de por vida a quienes transgreden el espacio de la honestidad personal.

Pero ser corrupto no es solamente violar leyes y reglamentos. Socialmente, es también faltar a la moral y para los que somos cristianos, es caer en tentación y pecado. Otro día abundamos en la parte espiritual de los místicos y religiosos pero por el momento tenemos que enfocarnos en el más amplio concepto de lo que es corrupción y de lo que es ser corrupto, con interés en lo que acontece en nuestro patio.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define corrupción en las organizaciones, especialmente en las públicas, como práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Aquí no se habla de sanciones porque no es una definición legal. De hecho, cuando de legalidad se trata hay muchas maneras de traducir las palabras con acción por la existencia de distintos delitos y consecuencias administrativas, civiles y criminales, tanto en el nivel municipal, estatal y federal.
Los que hemos sido funcionarios o empleados públicos pasamos por un proceso de advertencias. Se nos pide jurar defender al gobierno mientras estemos en funciones. Eso simboliza nuestro compromiso de proteger todo el entorno incluyendo nuestro desempeño, que debe ser, en teoría, perfecto. La propiedad pública, nos dicen, es de todos, no es personal ni privada.
Cuando administramos bien, a veces no hay reconocimientos públicos de los demás, pero queda la conciencia individual con la satisfacción de haber cumplido la encomienda que se nos dió.  Si nos pillan en un descuido de nuestra prepotencia, la preocupación se torna en dolor y ese dolor, cuando tenemos familia o amistades que nos aprecian, es colectivo.
Corrupción, como he dicho, no es solo el aspecto legal. De hecho, algunos funcionarios públicos se aferran a las definiciones técnicas para decir que no han violado la ley pero se les olvida limpiar el aspecto moral o espiritual que debió acompañar su desempeño. En lo personal, creo que a todo empleado y funcionario público debe ir más allá de las leyes para cumplir su encomienda. Como dice el viejo adagio, «la esposa del sultán no solo tiene que ser honrada, sino que tiene que aparentarlo». En nuestros tiempos, penosamente, muchos políticos o personas privadas que anteponen interese ajenos, prefieren aparentar la honradez pero no ser honrados.

Cuando renuncié a la Legislatura Municipal, había hecho varios planteamientos éticos que no se resolvieron entonces y que aun no han hallado respuesta. En estos asuntos, la ley puede aplicar  o no, pero las consecuencias ya se dieron cuando no se pudo aprobar el presupuesto que durante varios días, con costo económico y de tiempo trabajado por los legisladores locales, no se pudo aprobar. La causa fue el exceso del alcalde al nombrar en el poder ejecutivo a familiares de los legisladores que tuvieron que inhibirse preventivamente por si había un conflicto ético.  El alcalde se beneficia de su propio error ya que el el efecto es que queda aprobado el presupuesto municipal como si nunca lo hubiera considerado el poder legislativo. Eso es un golpe a la democracia vegabajeña porque impide al poder legislativo municipal fiscalizar efectivamente al poder ejecutivo municipal en algo tan fundamental como es el presupuesto.

Por otra parte, el alcalde se defiende de nepotismo alegando que algunos empleados municipales son familiares de él, pero que estaban trabajando antes de él llegar a la Casa Alcaldía. Es posible que algunos que otro trabaja a poco espacio de distancia de su despacho, de hecho, a menos distancia de la que tenían antes. Eso de por sí es un aspecto que se puede mirar ante la defensa que ha hecho de su alegado cumplimiento con las normas de sana administración. Pero debe cuidarse si ellos fallan, pues su supervisión tiene que ser igual o más efectiva que cuando se trata de un empleado sin vínculo como pariente.

Se le ha señalado también que nombra a familiares de otras personas allegadas a él, como el de sus ayudantes, con exclusión de otras personas que pudieran aspirar a puestos, cargos o contratos de servicio, que utiliza su nombre dentro del lema que ha adoptado para promover su administración y que se beneficia políticamente de la difusión de su imágen en las publicaciones oficiales, como el reciente Programa de las Fiestas de Pueblo donde aparece su presencia o su lema en más de la mitad de sus páginas.

La corrupción, como he dicho, es una mala palabra en el presente. Pero puede transformarse en buena si nos enfrentamos a ella con un propósito individual para atajarla y combatirla. La meta individual debe ser acompañar la legalidad con moralidad y espiritualidad para que fortalezcan los valores de honradez y diligencia que deben estar presentes en el servicio público. «Lo que abunda, no daña», dice otro adagio. Esto tiene que ser un compromiso personal pues no es posible de otra manera.

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