Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
He leído unas declaraciones del Arzobispo de San Juan, Roberto González Torres amenazando con terminar la celebración de bodas válidas para el estado a base de la reciente decisión de Departamento de Justicia de no continuar oponiendo la validez de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Supongo implícita la continuación de la celebración de bodas bajo los ritos sin la inscripción en el Registro Demográfico.
Antes el matrimonio se decía que era para toda la vida y las parejas sostenían situaciones difíciles de adaptación y mejoramiento de su relación. Las estadísticas de los últimos años señalan una incidencia más corta para los esposos y esposos ya que la tolerancia de antes ya no existe y los medios para terminar una relación son más asequibles.
El amor es, esencialmente, un sentimiento que nos une a otra persona, o a una parte de la naturaleza. El amor no tiene sexo. Las relaciones sexuales, son, pues, otra cosa. Por eso podemos amar a personas del mismo sexo sin que ello signifique relaciones sexuales, ni tampoco homosexualidad o lesbianismo. Por eso amamos a nuestros padres, hermanos, amigos y hasta los animales y las plantas.
Todo lo anterior es tangible, pero también creamos una relación de amor con lo que no vemos ni percibimos con nuestros sentidos como lo es la energía divina.
El matrimonio es una institución civil que se reviste de religiosidad cuando el trámite lo realiza un cura o ministro autorizado por el estado bajo las reglas del Código Civil de Puerto Rico y los reglamentos del Registro Demográfico. Las iglesias no casan, son los oficiales autorizados los que lo hacen.
Me parece que el mensaje del Arzobispo de San Juan, Roberto González Torres, amenazando con retirar a la Iglesia del tramite del estado para validar matrimonios es prematuro. Tal vez perjudicaría mas que a nadie a los fieles católicos que están acostumbrados a que todo el servicio se ofrezca bajo la égida de esa religión y es una amenaza injustificada, como a nivel de rabieta por decepción.
Bastante cargado es el trámite para casarse con los requisitos que impone la doctrina católica antes de celebrar la boda, como para obligar a los novios a una doble boda -civil y religiosa- para la pareja que quiera ordenar su vida dentro del régimen del matrimonio.
Hay quien dice que como el Arzobispo es célibe, no puede entender el matrimonio. Se equivocan. El está casado con Dios, que no es ni hombre ni mujer.!Qué ironía!