
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR
Si, no importa como sea, es buena. Argumentos siempre habrá para objetarla, impugnarla y hasta retarla en los tribunales. Algunos de ellos con toda la razón del mundo. Pero una persona que cree en la democracia no deja de asistir a una consulta aunque uno no tenga fe en ella.
El Gobernador, con la confusión interna que demuestra y su desesperación por la mala opinión que tiene el pueblo de él como gobernante ha propuesto una consulta cuyo contenido no conocemos. En el proceso se definirá su contenido, pero en cualquiera de los casos, hay que ir y dar el voto y nunca en blanco. Si el contenido es una encerrona, siempre hay una alternativa menos mala y es la que debemos escoger.
El PIP, que fue en una ocasión el segundo partido de Puerto Rico no quiso ir a la consulta de status en 1967. De ahí en adelante, descendió por la cúspide del fracaso. El Partido Estadista Republicano igual. El movimiento Estadistas Unidos no ganó, pero la fuerza le permitió derrotar al Partido Popular por primera vez en 1968 como Partido Nuevo Progresista y de ahí en adelante se convirtió en el partido político de más avance en las últimas cuatro décadas.
Lo demás son opiniones jurídicas, análisis de los analistos e interpretaciones de resultados. Pero los mismos resultados nadie los puede borrar. Al fin y al cabo, se dan derrotas morales aunque las batallas sean insípidas o pírricas, o sea, sin efecto alguno. Pero se gana con lo que deja marca en la historia.
El ciudadano tiene el arma más poderosa que los poderosos, que es el voto. Aun cuando la consulta sea estúpida o amañada, como nos parece a veces quienes la proponen, nosotros no lo somos y tenemos que actuar como nuestro interior nos manda y no servir de títeres ni de testaferros de los gobernantes o los políticos. El derecho de votar es individual y con quien únicamente uno lo consulta es con Dios y sólo para que le de claridad y entendimiento al uso del libre albedrío que el también nos concedió.