El desastre que se nos avecina

Thomas Jimmy Rosario Martínez 2013

Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR

Desde niño escucho historias sobre el fin del mundo. En la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera de Vega Baja, en donde recibí toda mi educación religiosa con Doña Crucita, Ana Belén Pérez, Raquel Villamil, Fred Scott, Maria Luisa Maldonado y muchas otras buenas maestras de la escuela dominical, me llenaron de citas bíblicas, de historias y canciones hermosas sobre el final del mundo, el destino terrible de los que se portaran mal y los beneficios al final de la jornada cuando uno se portara bien.

Siempre me interesó la vida y la muerte, la vida después de la muerte y el extraño mundo del alma y del espíritu. He ido lejos buscando esas respuestas toda mi vida de adulto, leyendo, asistiendo a seminarios, conferencias, siendo miembro de iglesia y en diálogo continuo con personas de todas las profundidades y locuras.

La vida es frágil e incierta. Conociendo eso, estos últimos veinte años de mi vida los dirijo hacia una transformación interior con lo que he aprendido en toda mi existencia para procurar mi integración total. Uno de los beneficios es ver el transcurso de las cosas como deben ser y no como a veces las hemos visto en el pasado. Estudiar la historia de Vega Baja me ha ayudado mucho para entender lo que ahora me parece obvio.

Antes vi la muerte como el final de la vida de cada humano. Aprendí luego el ciclo Einstiano de que la energía se transforma. Así llegué a comprender porqué Vega Baja nunca ha sido el mismo. Lo que una vez fue una delimitación geográfica distinta que fue expandiéndose, es lugar también donde sus recursos naturales han sido alterados por el ser humano y por los distintos acontecimientos que nos han ocurrido.

En mis escritos de historia hemos contado cómo en el Siglo XIX hubo unos temblores que destruyeron parte del templo de la Iglesia Católica, cómo en el Siglo XX las inundaciones llegaron hasta el pueblo y el agua cubrió parte de las urbanizaciones Villa Real y Brazilia. Hace apenas unos años atrás, en este Siglo XXI, presenciamos unas marejadas imponentes en nuestra Playa Puerto Nuevo. Eso sin contar con casas y carreteras hundidas en la zona cársica y la costa, el desborde de los cuerpos de agua como el Caño Los Naranjos, las tormentas y huracanes que nos han afectado y los problemas que han causado construcciones y las áreas contaminadas.

Vega Baja no está exento de que algo malo le ocurra. Puede caer un avión, como dos o tres que ya se han estrellado en el pasado en Tortuguero, un meteoro o una lluvia de granizo fuerte que hasta rompa cristales e inutilice nuestros medios de transporte. El mar en cualquier día puede decidir entrar en volúmen masivo por tierra, por el Puerto Tortuguero o Cibuco y aumentar los cuerpos de agua que vienen en manantiales y salinizarlos por un tiempo a la par de causar un daño costero sin precedentes. Ni hablemos del terremoto que estamos esperando hace cien años por ley del ciclo de los movimientos telúricos, que nos podrá dejar sin los servicios esenciales, transportación ni hogar.

El desastre que se nos avecina es como la promesa de la Biblia de que nadie, solo Dios sabe. Por ahí se habla de muchas cosas negativas, hasta de un volcán submarino en Barbados que a más de 500 millas, tendría su efecto aquí. También hay la teoría de que si se desprende parte de Islas Canarias, el sunami cubriría parte de Puerto Rico. Se sospecha de todo movimiento del ejército y hasta las teorías de conspiración pululan en Puerto Rico.

Lo mejor es estar preparado mental, emocional, física y espiritualmente, con una mente amplia para improvisar en las carencias y para la supervivencia. El agua es el primer recurso que tenemos que ubicar en un desastre, por lo que no está de más identificar desde hoy de donde vamos a tomar y asearnos con el preciado líquido. La dieta especial de alimentos obligada debe ser nuestra segunda prioridad. Los medicamentos no deben ser suspendidos y deben estar asequibles por un tiempo razonable hasta que todo se normalice.  Y cooperar con los vecinos, amigos y desconocidos debe ser nuestro principal trabajo después de la tragedia.

Pensemos sobre el desastre que se avecina. Imaginemos que llega hoy y que aun no nos hemos preparado porque lo pensamos hacer mañana…

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