
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez DVPR
Efraín Cano Lamela es mi amigo de la niñez. Tuvo unos buenos padres trabajadores y buenos ciudadanos y él tambien lo ha sido. Su padre fue empleado de la Caribe China y luego creó la Casa Cano con su esposa, la educadora Blanca Lamela.
Nos graduamos el mismo año, pero nos fuimos por distintos caminos. El escogió la banca, yo las humanidades y el derecho.
Yo me casé a los veintiún años por vez primera, con una mujer. El se unió hace cuarenta y un años a un jóven de su mismo sexo y no fue hasta 2006 que pudo casarse en Montreal, Canadá.
Hemos caminado rumbos distintos y preferencias sexuales diferentes, pero siempre lo he tenido en alta estima, porque es una persona cabal, respetuosa, alegre y sensible. Es de las personas que uno no ve todos los días, pero está ahí, cauteloso con los que no entienden porque es así, pero en contacto con todo el mundo porque tiene la seguridad de su pensamiento y de su sentimiento. Para mí, es una persona auténtica. Como lo era Mañemón o Angelo Rosario. En esta época, no tiene temor de expresar públicamente lo que antes era tabú social.
Cuando contrajo matrimonio, su acto fue de interés noticioso y se hizo un reportaje sobre el paso que dió con su compañero Emilio. Siete años después, los vegabajeños debemos conocer la evolución de uno de los hijos de nuestro pueblo, pionero en una actividad que aun en nuestros tiempos, es presa del pejuicio y la incomprensión.
Aun no hay razones convincentes del orígen de la diversidad de percepciones sexuales que hay en el interior de los seres humanos y que se manifiestan en preferencias permanentes o casuales de nuestras manifestaciones exteriores o de nuestros sentimientos interiores.
Para mí, Efén, que no es conocido por ser una persona de carácter fuerte, tiene más tesón y fortaleza que muchos machos testosteronedos que conozco. Lo felicito por el logro de su vida, que es buscar y encontrar la felicidad. Lo demás, es trivial.