El escritor puertorriqueño Eduardo Lalo gana uno de los premios más importantes en Hispanoamérica, la edición XVIII del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por su obra Simone
Por Ana Teresa Toro /ana.toro@elnuevodia.com
Hay países que no saben que son países, los hay también que olvidan que son países o que, simplemente, no quieren ser países pero lo son. También existen los países invisibles. A todos ellos se parece Puerto Rico y, desde la mirada del escritor sanjuanero Eduardo Lalo, un reconocimiento del tamaño del que acaba de recibir –como ganador de la edición XVIII del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por su novela Simone– es una oportunidad para arrojar luz sobre esa invisibilidad desde la literatura.
“Que sirva este premio para reconocer una literatura que, muchas veces, por las circunstancias de nuestro país es invisible pero está ahí y ha luchado por existir por más de dos siglos. Detrás, hay todo un mundo literario”, nos dijo Eduardo Lalo, de 53 años y autor de casi una decena de obras, desde su casa en la zona metropolitana de San Juan a un par de horas de haber levantado el teléfono para saberse ganador de uno de los premios más importantes en Hispanoamérica y de la literatura en español.
Es la primera vez que un puertorriqueño gana este premio que han ganado figuras como el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez, la mexicana Elena Poniatowska o el argentino Ricardo Piglia, quien ganó la pasada edición. En esta ocasión participaron 200 obras de 17 países, de entre los que destacaron México, con 36 novelas presentadas, y España, con 29. El premio, con sede en Venezuela, está dotado con $100 mil y se entrega cada dos años.
Ayer la mañana corría con normalidad, estaba en su casa, terminaba de leer un ensayo acerca de la vida y obra de Emil Michel Cioran –un autor que siempre le ha importado– y estaba presto a leer correos electrónicos y periódicos en Internet. El teléfono sonó. Se sabía finalista pero jamás esperó el resultado.
“La primera reacción es de irrealidad, uno está leyendo en la cama y llega esta noticia y la avalancha de llamadas, casi no me he dado a basto pero ahora voy a buscar a mi hijo menor al campamento de verano”, dijo este autor que, en Puerto Rico, se ha dado a conocer por sus libros en los que integra un amplio catálogo de imágenes pues, es además, artista visual. Sin embargo, reconoce que no es un autor que haya entrado de manera contundente en el mercado del libro. En Puerto Rico tiene su público pero nunca ha sido un autor de masas. Por lo que considera su selección un gesto valiente del jurado compuesto por Juan R. Duchesne Winter (Puerto Rico), Luis Duno-Gottberg (Venezuela) y Ricardo Piglia (Argentina).
Pero ya, a unas horas de la noticia, va calibrando sus dimensiones. “No importa lo que digan nuestros políticos que son maestros de la glosolalia, la realidad es que Puerto Rico no tiene existencia legal como Estado pero hay toda una retórica paralela porque para nosotros está claro que existe, es nuestro país, nuestra realidad. Hablamos como puertorriqueños. ¿Dónde está una representación que no sea en el deporte? Y eso en la cultura nos afecta extraordinariamente”, reflexiona el autor y lo ejemplifica con hechos como el que no existe una embajada puertorriqueña en ningún sitio, algo que dificulta grandemente acuerdos de colaboración académicos y culturales a menor y gran escala.
“La condición política de Puerto Rico es una de las grandes caras de nuestra sociedad, que es moderna, activa pero estamos en un momento político del siglo XIX, esa es nuestra realidad”, enfatizó el autor de títulos como Los países invisibles, Los pies de San Juan, La inutilidad, dónde, La isla silente y El deseo del lápiz.
“Hay países que son invisibles, con situaciones similares a la nuestra, que tienen un idioma y una literatura que no existe”, afirmó convencido de que, en el caso de Puerto Rico, la invisibilidad que se desprende del status de Estado Libre Asociado, el aspecto de pertenecer a la región del Caribe isleño que, de por sí, es periférica y la condición isleña es una ecuación idónea para que nuestra literatura viva enajenada.
“No hay guaguas para otros países. La salida del isleño siempre es costosa, media un aparato gigante, un avión o un barco, antes”.
El escritor y profesor de Humanidades y Literatura Comparada de la Universidad de Puerto Rico reconoce en nuestra literatura una presencia constante y sonante del tema del status político pero sin duda el espectro es mucho más amplio. “Yo lo que he tratado de explorar es que Puerto Rico es una condición… somos una sociedad donde la resistencia ha sido exitosa. Seguimos siendo puertorriqueños”, asevera.
Con relación a la novela ganadora, la historia arranca básicamente de la misma manera que al autor le nacen sus historias: un hombre coloca una frase suelta en una hoja de papel y, a partir de ahí, nace un mundo interior y exterior. “Tengo cuadernos en mi mochila, una pluma fuente, siempre escribo en tinta. Así nacen mis novelas, en la calle, caminando, viene una idea que no sé si será un ensayo o qué”.
Descrita como una novela de corte existencial, Simone (obra con la cual Ediciones Corregidor de Buenos Aires inauguró su colección de literatura caribeña), narra la historia de un escritor y profesor universitario, agobiado por la rutina hasta que una serie de notas anónimas dan vuelo a la trama en la que además explora la presencia de la cultura china en el país a través de la relación del protagonista con una muchacha china, Li Chao. “Es una novela muy técnica en un sentido, es profundísimamente personal, son mis preocupaciones, son las cosas que me hacen amar y que me duelen en mi vida y en mi ciudad y en mi país. Le tengo mucho cariño a algunas escenas y personas, quizás porque he visto tantos compatriotas en situaciones como esa”, describe este autor que siempre ha sentido un interés particular por la ciudad y todas sus grietas. “Intento que represente una forma de San Juan. Todas las ciudades tienen su personalidad y su gente, esos seres desarraigados y dolidos”.
Algunos de ellos habitan su obra.